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Once mil vergas y una braga

Hoy he recordado a un maestro, ya no anda por aquí con el cuerpo, en la imaginación lo veo con las zapatillas de andar por el cielo. Algunas veces, hablando de cosas sin importancia, nos acercábamos a la naturaleza de lo vulgar y en una de esas ocasiones impregnamos la conversación en orín. A Alvite le gustaba hablar de micciones, un día hicimos un inventario de retretes, vaya cosas... Según Alvite, en los baños públicos, se puede percibir el concepto de braga meada y calzoncillo aturdido... He recordado al maestro al entrar en un baño, la impresión era de luz apagada, pero desde un punto de vista literario, es mejor decir que el baño era un suburbio con cadena y tuberías, pues justo ahí en ese lugar, me encontré en el suelo unas bragas. No eran una maravilla de la lencería, eran ajenas a toda finalidad erótica, pero por un momento sentí la nefasta influencia del olor... No acerté a definirlo, me empecé a acongojar, estaba pensando en unas bragas, quería negarme a contemplarlas, pero no era posible. Me quemaba el deseo en la mano, pensaba si estarían impregnadas de buenos sentimientos o de orines. -- ¿Quieres explicarme razón el ansía de cogerlas?-- Me decidí y las puse en el horizonte de la imaginación, olían a cuarto de hora, a segundo envejecido por el sopor de la lasciva. Solté las bragas de la imaginación y salí del cuarto de baño, por llamarlo de alguna manera, me senté en la barra, le pedí al camarero una copa de agua, en botella tiene menos misterio... Me puse a escuchar el interior, mis palabras... Bragas, sois rico manjar de trasnochados y diurnos, por vosotras en cada esquina, aparece Don Juan, por vosotras el sexo duerme en la cama del amor y el estremecimiento es tan veterano que está jubilado... Estáis en muchas ocasiones al borde de sentir cariño, pero os deslizáis por la ladera de la nalga y la pantorrilla.

Querido Alvite: el no-ser es mejor que el ser. Festejo nuestras conversaciones cada día, tu funesta muerte no me impide hablarte...

Esforzarse hasta la fatiga, hasta el agotamiento mental, en entender algunas cosas... La vida, en ocasiones, es una contertulia difícil y triste. Sentirse sólo, a pesar de estar rodeado de presencias, causa daño. Podemos participar de conversaciones ruidosas, ser activos oralmente o por escrito, pero el sentimiento de soledad no colma de buenos sentimientos al espíritu. Muchos escritores se quitaron la vida... Las personas sensibles se despeñan por la montaña de la existencia. Es difícil comprender las exigencias de la vida, es difícil tener un riguroso dominio sobre uno mismo, es difícil desfallecer y tener que aparentar felicidad... Afirmo, convencida de ello, que detrás de muchas grandes sonrisas se esconden austeras tristezas.

Pues sí, pasaré los próximos días con once mil vergas. No puedo evitar hacerlo, desde ayer siento unas ganas enormes de encontrarme con ellas. Siempre he sentido debilidad por el ingenio, creo que los ingeniosos disfrutan la vida de otra forma. La elocuencia no es sinónimo de sabiduría, lo dijo Cicerón; hay palabras muy bien dichas, pero no emocionan y hay palabras muy bien dibujadas pero llenas de verbosidades.

Las once mil vergas, es un libro de Guillaume Apollinaire, el mejor amigo de Picasso. Es una novela atrevida, pone a prueba la psique del lector, está llena de humor y es altamente divertida. Es preferible leerla en francés, es más pródigo que el español en términos humorísticos y obscenos.

Picasso dijo: " Once mil vergas es el mejor libro que leí en mi vida"

Escribir es conocer la intención y esconderla entre la palabra. Es orientar la voluntad y darle nuevas traducciones. Es usar el tiempo y la circunstancia a tu antojo. Es marchar del mundo y crear otros mundos...

Escribir es ofrecer la obra completa del alma y el pensamiento al renglón.

Va por usted, maestro: Don José Luis Alvite.

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