Imaginemos que nos invitan a una boda. Se casan dos amigos que siempre han tenido fama de ser exquisitos y bastante presumidos. Por lo que pone en la invitación todo parece espectacular y lujoso: hotel cinco estrellas, menú degustación y habitación reservada para acabar la noche. Llega el día de la celebración y antes de ir a cenar se me acerca el novio con una amplia sonrisa. Me coge por el codo, me separa del grupo y sin preámbulos me cuenta que le han fallado unos negocios, que espera inversiones y... sin dejarme articular palabra prosigue: «... así que tienes que hacernos un favor, tienes que pagarte los ciento cincuenta euros que vale tu menú y también abonar los doscientos euros de tu habitación». Intentando quitar hierro al asunto, entre risas, prosigue: «¡Ah!, y no te olvides del regalo». Antes de alejarse, se acerca más y susurra: «Un último favor, no se lo digas a nadie, por lo que más quieras, no podría soportar el bochorno y la vergüenza que tendría que pasar». Apenas le ha llevado un minuto su exposición y yo sin poder mediar palabra me quedo solo asimilando los secretos de «mi amigo». Amigo al que veo hablando con el mismo interés y los mismos gestos con otro invitado. Lo veo claro, esta noche cenamos y dormimos «a escote» y los anfitriones fanfarronearán y presumirán de una celebración rimbombante y pomposa para la cual, según ellos, no han escatimado en gastos.

Creo que la Conselleria de Educación valenciana también está preparando «una tarjeta de invitación» para algunos centros educativos valencianos. Si no antes, en septiembre, poco antes del inicio de las clases, oiremos y veremos en los medios de comunicación que el Consell Educativo Valenciano y en su nombre Vicent Marzà nos quitará una de las dos horas lectivas en las que nuestro horario se vio incrementado en 2012 en aras de la crisis. Esto supondrá para un instituto de 60 profesores, la liberación de 60 horas, lo que obligaría a la Administración educativa a contratar a tres profesores más para impartir dichas horas. La devolución parcial de un derecho del profesorado nos la venderán los políticos como «un gran logro», como «un esfuerzo económico» e invertirán palabras como «calidad educativa», «importancia de la educación», «fomento del empleo público», «descenso del fracaso escolar» y bla, bla, bla...

Pero las administraciones educativas nunca les contarán las llamadas y los encuentros que de forma individual están llevando a cabo con los directores de los centros. En los IES ya están las previsiones hechas para el próximo curso. De entrada, se suprime la tutoría individualizada de la ESO. Por otro lado, en un centro que conozco bastante y en otros que sé de buena fe, de forma casi furtiva, responsables de la dirección general de centros en Valencia están llevando a cabo un exhaustivo seguimiento de estas previsiones y rectificando lo que creen conveniente. Los equipos directivos de los centros están teniendo que agrupar alumnos al límite de la ilegalidad de las ratios, a ver si pueden eliminar algún grupo. Al mismo tiempo, han desaparecido de las plantillas que dan a cada centro, donde se marca sus necesidades educativas, programas como PMAR (Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento) que ayudaba a alumnos, con más dificultades sociales y de aprendizaje a titular. Ahora hay que solicitarlos de forma independiente a Valencia y esperar su visto bueno. Visto bueno que tarda en llegar y me temo que si llega será sin que suponga aumento de horas. Es decir, si recordamos que con la disminución de la carga lectiva del profesorado había que cubrir 60 horas; ahora si en cada centro se eliminan al menos dos grupos más la tutoría de la ESO desaparecen más de 60 horas. ¿Les suena? Efectivamente «lo comido por lo servido». Como en la boda de mis amigos. Marzà se pavoneará de reducir una hora lectiva al profesorado, pero los gastos que eso conlleva los pagamos los demás «a escote». El profesorado, porque tendrá que trabajar con ratios imposibles. Nuestros hijos, ya que la calidad educativa bajará sustancialmente, además del esfuerzo que supone permanecer concentrado en unas clases tan numerosas. Los alumnos que tengan más dificultades y menos recursos que se verán obligados a abandonar la secundaría sin titular. Y allá el tutor, que se la apañe como pueda con sus tutorados.

Y los sindicatos, ¿dónde andan? La última vez que se les vio activos fue a principios de diciembre de 2018; ¡ah, claro! se me olvidaba, hubo elecciones. Pues eso, dónde está el STEPV, dónde está ANPE, CCOO, CSIF y UGT. Bastante poco ha mejorado la educación en la Comunidad Valenciana desde aquellas manifestaciones de 2012 y 2013 como para que estén tan callados. A no ser que los mismos que convocaban y encabezaban huelgas contra el gobierno de la señora Catalá o están colados en cargos del Consell o están «bien comidos» y solo son estómagos agradecidos que jamás morderán la mano que los alimenta. De otra manera no entiendo que no estén vigilantes y vayan a permitir las barbaridades que se están elaborando para llevar a cabo el próximo curso educativo.

Creo que voy a invitar a Vicent Marzà y a algún que otro representante sindical a la boda de mis amigos, no quiero perderme los gestos de sus caras cuando los asalte el novio.

Antonio Ortuño Escarabajal es profesor de Secundaria