Expectación en el salón de plenos, pero sin pasarse. Todo rastro de incertidumbre que podría cernirse sobre la sesión constituyente del nuevo Ayuntamiento se había disipado el día anterior con la firma del pacto de gobierno PSOE-Compromís en el patio del claustro de San José. No es el castillo de Santa Bárbara elegido para firmar el Botànic II, pero por los pasillos del antiguo convento franciscano todavía resuenan los pasos de San Pascual Bailón, que es un punto. En tan histórico recinto, de manera solemne aunque con más circunstancia que pompa, se consumó el nuevo himeneo de izquierdas que garantizaba la mayoría absoluta en la corporación ilicitana y, por ende, la reelección de Carlos González al frente de un gobierno bipartito. El aspirante socialista, asistido por su padrino Alejandro Soler, y la compromisaria Mireia Mollà con Esther Díez como madrina, pronunciaron sus votos de fidelidad, progreso, participación, sostenibilidad y todo eso de amarse (en sentido epistemológico), protegerse y respetarse mutuamente hasta que las elecciones o una crisis sobrevenida los separe.

Pero no resultó fácil consumar este matrimonio de conveniencia. Los compromisarios empezaron fuertes las negociaciones, lanzando de entrada un órdago de peticiones que dejó descolocado al equipo rival, confiado en que iban a jugar al sarangollo y no al mus. Ante la disparidad de barajas, Ramón Abad, jefe de la delegación socialista, espetó: «Dejémonos de juegos. Esto es cuestión de física y matemáticas». «Nosotros es que somos más de letras», argumentó la otra parte. Réplica socialista: «Aquí lo que tenemos que comprobar es si, como dijo Newton, la fuerza con la que se atraen dos cuerpos es proporcional a la masa de los mismos e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa». «Eso sí que no. Porque si todas las variables se mantienen constantes, el valor absoluto de una variable de proporcionalidad inversa disminuirá proporcionalmente si la otra variable aumenta, mientras que su producto se mantendrá siempre igual», objetó Esther Díez, que como edil de Movilidad y Biciclos había aprendido mucho de dinámica de sistemas. «A ver si os aplicamos el algoritmo de eliminación de Gauss-Jordan y os quedáis tiesos», sentenció Patricia Macià, crecida tras saberse que será diputada provincial. Y ahí paró la cosa. Compromís se queda con sus cosas verdes y sostenibles, además de Comercio (ojo con esto, que aseguran que van a sorprender), y el PSOE con todo lo demás. Matemática pura. Contentos y contentas todos y todas, y mucha germanor. ¡Albricias!

Así que se presentaron en el pleno de investidura con los deberes hechos. Y por eso había tantas caras sonrientes antes de la sesión. Poca intriga cuando ya se conoce el final. En las intervenciones de los portavoces previas a la elección de alcalde, que suelen ser de cariz más institucional y de planteamientos genéricos, llamó la atención el tono duro del portavoz de Ciudadanos, Eduardo García-Ontiveros, que daba la impresión de seguir todavía en campaña con sus ataques a PSOE y Compromís. La verdad es que han sometido al inopinado candidato a un tercer grado tan frenético de debates, entrevistas, charlas, reuniones y visitas que es normal que ande todavía en fase de descompresión. Afeó a los socialistas que rechazaran el sincero ofrecimiento de su grupo de dos para apoyarles si gobernaban en solitario, y que prefirieran malo conocido a bueno por conocer, que no sabían las nuevas experiencias liberales que se perdían. Bueno, ya se verá, que hasta en los mejores matrimonios hay algún que otro escarceo, algunas veces incluso consentido.

La diatriba del candidato ciudadano llamó más la atención porque estuvo precedida de la intervención de la portavoz de Vox, Amparo Cerdá, con una enumeración de principios programáticos nacionales de su formación, que quedó incluso más comedida que la de Cs. Para que luego digan. Mollà, en su línea, menos por usar en toda su intervención el castellano, cuando hasta el alcalde hizo uso reiterado del valenciano (¿Una estrategia de la compromisaria para demostrar a Cs que no son tan malos?). Habló de medio ambiente, sostenibilidad, mejora del espacio urbano, lucha contra el cambio climático y tal, que a algunos les sonó como un borrador de su discurso de consellera, directora general, secretaria autonómica o lo que sea que pudiera llegar a ser, si es que es o sería.

Pablo Ruz, en su reaparición pública tras un autoimpuesto retiro filosófico-espiritual para analizar qué le ha pasado al PP, por qué y cómo, tuvo una intervención de altura institucional, como corresponde a un líder de la oposición que no ceja en su misión de unir, sumar, adicionar, juntar, ensamblar e incluso atar Elche. Tras haber jurado el cargo sobre la Biblia (una fuente sin identificar aseguró que estaba abierta en el Libro de Job), como el resto de su grupo (y las dos ediles de Vox), Ruz tendió su mano (de momento solo una) para mejorar lo que haya que mejorar, y hasta rememoró una estrofa del Himno a Elche: «Toque pues despertar de energía / y al trabajo los ojos volved / desechad la cobarde apatía / y podamos gloriosos un día / ver a Elche brillar y crecer». Esa es la actitud, pensaron desde la bancada gubernamental, mirando de soslayo a Ontiveros.

En su intervención tras jurar el cargo, González habló de humildad, gobierno no dogmático, diálogo, acuerdo, transparencia, llegada del AVE, Parque Empresarial, Elche 2030, crear empleo de calidad, lucha contra la violencia machista, sostenibilidad... Vamos, lo mismo que hace cuatro años pero con la salvedad de que ahora, dijo, sí que va en serio. Tuvo que emplearse a fondo, porque la presidenta de la mesa de edad, la popular Elena Bonet, en su regreso a la corporación tras haber pasado por Les Corts (como su compañero Juan de Dios Navarro, otro hijo pródigo popular), hizo un discurso que parecía propio no de un cargo circunstancial, sino de alguien que acababa de tomar posesión del mismísimo sillón presidencial. Es lógico que con la emoción de tan solemne plática, sufriera en el recuento de papeletas dos lapsus linguae seguidos, al atribuir al candidato socialista sendos votos que eran en realidad para su líder, Ruz. Cosas del directo, dijo la edil. Y de Freud.

Y para finalizar, el Himno a Elche, aunque sólo la música. Eso sí, Pablo Ruz cantó la letra de cabo a rabo. «Salve pueblo querido que en ti viera / la luz radiante de vivo arrebol / la luz que dora elevada cimera / vigía perenne que es la palmera que sube hacia el sol». Pues eso, ahora a trabajar.