Llevamos tiempo dirigiendo nuestros enojos sobre los responsables políticos, haciéndoles culpables de buena parte de los problemas que determinan nuestras vidas. Es algo lógico, tras haber vivido un calendario electoral tan intenso, en pleno proceso de nombramientos de cargos institucionales y cuando buena parte de los años de crisis y endiabladas medidas de ajuste sufridas durante la década de Gran Recesión se deben a decisiones adoptadas por políticos, de diferentes gobiernos y en distintos niveles.

También es cierto que la política y los políticos reclaman un espacio y una atención social, institucional y mediática que, en no pocas ocasiones, resulta asfixiante, tratando de monopolizar relatos y de autoprotagonizar dinámicas sociales que no les corresponden. Hemos podido leer de algún dirigente de izquierda reivindicar protagonismos un tanto sonrojantes, llegándose a autoproclamar, incluso, como líder social, algo que se sitúa en las antípodas de lo que deben de perseguir fuerzas políticas que, al menos sobre el papel, nacen, trabajan y forman parte de la sociedad misma.

Por eso es importante no desenfocar la exigencia de responsabilidades que habitualmente hacemos sobre nuestras demandas, entendiendo que los responsables políticos tienen competencias en la dirección política de los asuntos públicos, pero que también existen otros responsables sobre cuestiones más cercanas e inmediatas que afectan directamente a nuestra calidad de vida. Porque es verdad que cuando miramos a nuestra ciudad, encontramos tantos aspectos que requieren de una mejora que enseguida nos acordamos del alcalde y sus concejales, pero me pregunto también si el Ayuntamiento no dispone de directores, jefes y técnicos cualificados que tienen responsabilidad sobre infinidad de temas que son de su competencia directa, pero ante los que parece que ni se inmutan, como si la cosa no fuera con ellos.

Porque, ¿cómo entender que las calles de Alicante estén repletas de suciedad producidas por árboles plantados en sus aceras? Una ciudad que no se caracteriza precisamente por su limpieza, con un clima seco en el que escasean las lluvias, tiene en numerosas calles y plazas diferentes especies de árboles que manchan con sus secreciones pegajosas, con la melaza que desprenden e incluso con algunas de sus bayas, dejando las vías públicas y los coches llenos de una capa pringosa de suciedad difícil de eliminar que se adhiere a la suela de los zapatos. ¿Ningún técnico municipal de parques y jardines cayó en la cuenta de que todo ello genera más suciedad en una ciudad necesitada, precisamente, de más limpieza? ¿Quién ha sido el responsable municipal que ha decidido, año tras año, inundar nuestras calles de estos árboles que contribuyen a mancharlas, exigiendo de más horas y dedicación a unos operarios de limpieza que deberían trabajar en limpiar otras zonas necesitadas de ello? Con todas las especies de árboles que existen, ¿quién ha tomado la decisión de empeñarse en elegir estas especies tan contraproducentes para el mantenimiento de las calles, causantes de tantas molestias a los vecinos?

Algo parecido sucede con las zonas de juegos infantiles situadas en parques y bulevares en los diferentes barrios de Alicante. Siendo tan importantes para el entretenimiento y el encuentro de los niños, con sus padres, madres y familiares, en una ciudad inundada por un sol de justicia la mayor parte del año, ¿ningún técnico municipal ha caído en la cuenta de que es imprescindible colocar unas sencillas lonas, que sirvan de parasol, para evitar que los rayos de luz achicharren a los pequeños y a sus familiares, permitiendo a la vez que estos juegos puedan ser utilizados durante más horas a lo largo del día? ¿Tan difícil es que algún jefe del Ayuntamiento proponga la instalación de estos sencillos entoldados que ayudarían a muchas familias que tienen en estos juegos infantiles una vía de esparcimiento fundamental para sus hijos?

Claro, que también podemos mencionar todos esos cables y cajetines de telefonía o electricidad que inundan las fachadas de numerosos edificios, superponiéndose unos a otros, concentrándose en ramilletes que dan un aspecto horroroso, discurriendo por cualquier sitio y con cualquier color, como si pudieran hacer lo que les da la gana. ¿No hay ningún técnico que obligue a cumplir las ordenanzas municipales y exija que estas compañías de telefonía y servicios no puedan hacer lo que se les antoje, afeando edificios y fachadas?

Y ya puestos, que algún técnico del Ayuntamiento se fije en todas esas cicatrices que en las vías públicas dejan empresas de servicios de todo tipo: gas, telefonía, internet, electricidad, etcétera. Alicante parece una ciudad sin ley en la que quien quiere abre una zanja con cualquier excusa y luego la tapa de cualquier manera, sin importar que deje las calles dañadas, con el asfalto deteriorado, algo que con el tiempo se agrava. Cualquiera que recorra la ciudad puede hacer un inventario de dejadez y abandono siguiendo el rastro de todas las zanjas mal tapadas que, con el tiempo, se han convertido en baches e irregularidades permanentes. ¿No hay ningún técnico en el Ayuntamiento que tenga que vigilar que estas situaciones no ocurran y exigir a quien lo haya hecho que lo repare? Porque nada de esto es competencia única de los políticos, ni mucho menos.

De manera que no solo los políticos tienen numerosas asignaturas pendientes en esta ciudad.