Vaya por delante que soy un aprendiz en materia de derecho y si en algunas ramas jurídicas me defiendo, en penal voy de oyente. Dicho esto, no me resisto a rendir homenaje a la pieza oratoria del defensor del exconseller Joaquim Forn, el penalista Javier Melero. Ya durante las testificales administró las intervenciones y preguntas centrándolas en los aspectos cruciales. Mientras su predecesor, el defensor de Junqueras, Van der Eyden dio un mitin político, incluso conminó al tribunal para que con «la sentencia devuelva la pelota a la política» los hechos que se juzgan; Melero se centró en rebatir los cargos de los que se acusa a su defendido con pocas citas técnicas y de articulado, mucha argumentación de fondo y sin evitar lanzar algunas pullas políticas. Si el presidente de la Sala Segunda del Supremo, Manuel Marchena, ha hecho una exhibición de cómo se dirige un juicio de ese calibre -se entiende por qué era la persona de consenso para ser nombrado presidente del Consejo del Poder Judicial-, el penalista Javier Melero ha demostrado que el rigor jurídico en absoluto está reñido con la oratoria de una lógica demoledora, sazonada de ironía y aliñada con oportunas citas.

El núcleo de la intervención del defensor del exconseller Forn fue rebatir a la Fiscalía de la sala la acusación de rebelión. En primer lugar, dejó claro -en contra de lo que repiten otros defensores- que no se juzgan ideas, ni Libro Blanco, ni hoja de ruta, ni programas políticos por muy independentistas que sean. Tampoco se juzga a la policía, aunque puso de manifiesto el «dispositivo aberrante» y la «ineptitud de sus mandos», porque es así, dijo Melero, «como se la defiende», hubo un «déficit de organización pretendido y buscado».

«Si no se decreta la independencia -el 27 de septiembre- no se interpondrá una querella por rebelión ante el Supremo» había dicho el día 21 el fiscal general del Estado. Es un caso práctico de «ejemplo para estudiantes del principio de oportunidad». Mas adelante tiró de ironía comentando que la Fiscalía tenía un concepto de «rebelión posmoderna», que ciertamente todavía no está en el Código Penal donde, hoy por hoy, todavía la violencia es un factor esencial. Se centró en desmontar la pretensión de los fiscales sobre la violencia, que redujo a desórdenes públicos o algaradas callejeras. No hubo rebelión según Melero, porque Forn desde el primer día había reunido a sus funcionarios para despedirse y anunciar: o elecciones o el 155 al que el Govern se sometía.

El enviado del Gobierno central en materia de seguridad, Pérez de los Cobos, «parece que tenía menos competencias que el ujier del Ministerio» por lo que llegó a la conclusión de que «tenía dificultades para definir su función que se limitaba al extraño papel de convocar y desconvocar, que al parecer eran sus funciones, aunque de todas las reuniones no levantó ni una sola acta». Socarrón, subrayó que los únicos que habían presentado un plan por escrito, «con cara y ojos», ante la convocatoria del referéndum habían sido los Mossos d'Escuadra, mientras que ni Guardia Civil ni Policía Nacional presentaron y coordinaron el suyo, porque Pérez de los Cobos parece que había ido de ujier. No hubo en ningún momento instrucciones para que la Policía Nacional o la Guardia Civil se coordinarán con los Mossos porque había una clara desconfianza, «el dispositivo de coordinación era un fraude».

Aceptando la desobediencia al Supremo, pasó sobre ascuas sobre la malversación de caudales públicos -acusación difícil de sortear, creo- qué dejo para otros abogados cuyos defendidos comparten la misma carga, y evitó entrar en la calificación de la Abogacía del Estado que rebaja la de rebelión de los acusados a sedición. Aunque soy lego en materia penal, pienso que la acusación de rebelión tiene poco futuro; la desobediencia al TS está aceptada por las defensas y la malversación creo que está cantada; en el tejado queda la acusación de sedición. Y el reparto entre acusados y grados.

«Gracias al Tribunal por su amable atención, a todo el personal del Tribunal Supremo por su soporte. A Paco, que ha quedado demostrado que solo él es necesario y los demás somos contingentes. A Piedad, por supuesto. Y a los policías que han cuidado por el orden y la seguridad durante todas estas sesiones. Desde luego quien critique a nuestros policías no les conoce», concluyó Melero. Una lección de saber hacer; savoir-faire que dicen los franceses. ¡Chapeau!