Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

«Pienso luego existo», Descartes, el examen de Matemáticas de la Evau y enseñar a pensar

La polémica abierta por el complejo texto de la prueba de este año obliga a replantearse si falla el sistema o a los alumnos solo se les enseña a aprobar con un modelo determinado

«Cogito ergo sum» (Pienso luego existo). René Descartes, filósofo francés y matemático, segunda mitad del siglo XVII. Recuerdo el mes de junio de 1981, acababa de terminar COU en los Jesuitas y me enfrentaba a la que quizá haya sido una de las pruebas más complicadas y estresantes de mi vida, el examen de la Selectividad, hoy Evau. En Filosofía me tocó Descartes, uno de los padres de la filosofía moderna, autor del Discurso del Método y de esa frase universal que me ha venido a la cabeza tras la que se ha montado con el examen de matemáticas en la Evau (el nombre ya se las trae) de este año. Cuando me enteré, unas horas después de la prueba, de que el hijo de un amigo, por el que pongo la mano en el fuego a la hora de garantizar que se lo había preparado, había dejado casi en blanco el examen y había roto a llorar al entrar en casa, lo primero que hice fue maldecir al autor intelectual de la prueba. En mi interior le insulté, le tildé de amargado para arriba, y no sé que hubiera pasado si en ese momento le hubiera tenido delante. Al día siguiente mi furia fue en aumento cuando un profesor experto en mates aseguró en estas mismas páginas que la prueba se las traía, que él mismo había tardado un tiempo considerable para completarla, y empleado once folios para resolver los problemas. Una opinión que compartían otros colegas docentes de Matemáticas, que ha dado la vuelta a España y ha abierto un nuevo debate sobre nuestro maltratado sistema de Educación.

¿Es necesaria una prueba igual, el mismo día y a la misma hora para todos los bachilleres que se someten a los exámenes para acceder a la Universidad en España como sucede, por ejemplo, en el Reino Unido, donde se ubican las celebérrimas Oxford y Cambridge? y, por otro lado, quizá en España en general y en la Comunidad Valenciana en particular, nos hemos preocupado más en lo superficial olvidándonos del mensaje que a mí y otros compañeros de la promoción del 81 nos metió en la cabeza el padre Azpeitia parafraseando a Descartes. Pienso luego existo.

La respuesta a la primera pregunta está clara. No. El estado de las autonomías es claro y cada una tiene su programa. Lo mismo que en Alicante estudiamos donde está el Júcar y no el Tajo (tiene también su guasa), en el País Vasco, Navarra, Andalucía o Madrid van por otro camino, aunque, en definitiva, parece que con las matemáticas, que es la materia a debate estos días, el tema podría ser más sencillo. Vamos, que las integrales son las mismas en un instituto de Orihuela que en uno de Logroño.

Y es ahí donde la frase de Descartes vuelve a tomar vigencia después de que yo la escribiera en aquella mañana de junio de hace 38 años cuando me examiné de la Selectividad. Quizá el problema esté en que desde hace 25 años en los institutos y los colegios se insiste en preparar a los alumnos para aprobar un examen determinado, con unas pautas concretas que, si se quiebran o simplemente varían un poco de lo que machaconamente se han repasado en las aulas, dejan al alumno en blanco, como les sucedió a muchos en la UA y la Miguel Hernández. Sencillamente, nos hemos preocupado más en preparar a los estudiantes en superar una prueba concreta que para la propia vida, y así se explican luego muchos de los fracasos de los alumnos cuando llegan a la Universidad y el cambio de escenario es radical.

No es justo que un alumno o alumna brillante se pueda quedar descolocado a nada que se le cambie el modelo de examen y no debe valer, ni para unos, ni para otros, la vieja excusa de que «papá es que eso no lo hemos dado en clase». En el temario entra todo y hay profesionales que deben estar en ello para no sorprenderse después de que un día se rompa la estadística y pase lo ha pasado ese año en las prueba para evaluar al bachiller en la provincia de Alicante. Admito que cuando vi el examen me sobrecogí y, seguro, que alguien se pasó incorporando criterios físicos con los matemáticos, pues también hay una segunda derivada. Estoy convencido, y no creo que nadie lo dude, de que el chaval o la chavala que llega a la primera a la prueba para acceder a la Universidad no se ha tumbado a la bartola en la ESO y el Bachiller, y no es justo, por lo tanto, que por un examen durísimo y complicado le puedan restar los puntos para acceder a la diplomatura elegida. No me vale eso de que se matriculen en otra carrera y pierdan un año. Pero, insisto, no echemos la culpa solo al autor intelectual del examen. Miremos un poco más atrás y caigamos en la cuenta de que tan importante como saberse los teoremas es que el estudiante aprenda a pensar y enfrentarse a los problemas. La Evau no es lo mismo, por ejemplo, que el examen. Práctica que se aprende después, con el tiempo y los kilómetros. Al campus se debe acceder preparado para todo. Y si no, recuerden a Descartes. «Cogito ergo sum».

Posdata. Lo que está claro es que el modelo de la prueba de acceso pincha. Por supuesto que la universidad no será el instituto (a veces podrían algunos catedráticos también podrían tomar apuntes de lo se hace en la base), pero el estrés al que se somete a los alumnos durante dos días con varias pruebas concentradas en un corto espacio de tiempo, en un entorno extraño, puede acabar echando por tierra el trabajo de chavales y chavalas excelentes de cara a elegir diplomatura. No se debe consentir. Mirémoslo. «Cuarenta años enseñando a pensar» es el eslogan elegido por la Universidad de Alicante para captar alumnos para el próximo curso. Correcto, pero a pensar se debe aprender desde Primaria.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats