«El infierno son los otros»,

Jean Paul Sartre

Con una mezcla de incredulidad y estupefacción pudimos leer, hace unos días, el resultado del estudio elaborado por la Red Jóvenes e Inclusión Social y la Universidad de las Islas Baleares sobre el acceso de los jóvenes españoles a contenido pornográfico gracias a internet. Y lo que hemos sabido es un demoledor análisis según el cual la edad media de acceso a la pornografía para los hombres es a los 14 años y para las mujeres a los 16, habiendo casos de niños que con 8 años ya han visto imágenes y vídeos de explícito contenido sexual.

Que algo así se esté produciendo en nuestra sociedad demuestra el grado de, por una parte, degradación moral al que estamos llegando y, por otro lado, la importancia que una educación tutelada por la Administración sigue teniendo por representar las instituciones públicas el bien común más acorde con los valores universales de libertad y tolerancia. Me refiero a degradación moral no por el hecho de que niños menores de 10 años tengan acceso a unas imágenes con un contenido específico si no al hecho en sí, es decir, que tengan la oportunidad y por tanto la libertad de poder escribir una determinada frase en un buscador de una pantalla a la que de manera inexplicable tienen acceso que les lleve a esta clase de contenido y que además lo hagan en un momento en el que, por lo que se ve, no están tutelados por ningún adulto desconociéndose, por tanto, y esto es lo más grave, el número de horas diarias que tienen acceso a contenido pornográfico.

Lo primero que hay que resaltar es el amplio número de padres y madres que haciendo dejación de sus funciones y con un más que probable interés de no ser molestados por sus hijos, les entregan su teléfono móvil o su tablet para que se entretengan mientras ven una serie en la televisión, duermen una placentera siesta o realizan cualquier actividad en la casa. Imbuidos como estamos en esa especie de locura colectiva que pretende hacernos creer que estar conectados a internet 24 horas al día es algo fundamental e imprescindible para nuestras vidas, se ha trasladado esta idea a la educación de los niños con el argumento de que un exhaustivo conocimiento de las nuevas tecnologías desde la más pronta infancia de las personas resultará imprescindible para su futuro desarrollo personal y laboral. Sin embargo, yo pienso que para un niño de poco más de diez años -o menos- más importante que saber navegar por internet es que aprenda a dar los buenos días cuando entra en una tienda, a recoger su plato y su vaso de la mesa después de comer o dar las gracias cuando hay que darlas.

Un niño menor de 14 años, uno de esos niños que según el estudio ve practicar relaciones sexuales mucho tiempo antes de que pueda llevarlas a cabo él o ella misma, tienen que practicar deporte, leer, pasar tiempo con sus padres y, sobre todo, aburrirse. Existen numerosos estudios que apoyan la idea de que los niños deben aburriese como método para la reflexión, el conocimiento propio y para aprender a resolver problemas. Tumbado en una playa escuchando el sonido de las olas un niño aprende mucho más que enganchado a una pantalla que con mucha seguridad estará emitiendo un contenido que sólo busca crear en la mente del niño la adicción y la dependencia para convertirlo en un futuro consumidor compulsivo.

De igual forma que hace unos años las principales asociaciones de cineastas, escritores y cantantes iniciaron una cruzada para conseguir el cierre de páginas webs que facilitaban la descarga de contenido audiovisual y que terminó con el cierre en España de este tipo de páginas, antes o después deberá iniciarse el proceso que culmine con el bloqueo informático de webs para adultos que sin embargo permiten el acceso a niños de 10 años.

De nada sirven las políticas de igualdad y de género que pretenden conseguir una sociedad justa y equilibrada alejada, por tanto, del clásico y cavernario dominio del hombre sobre la mujer, si los futuros adultos que tendrán que asimilar y aplicar esas políticas se educan y crecen teniendo a su alcance contenido audiovisual donde se fomenta el machismo y la humillación de una persona a otra.

Pero como he dicho antes los principales culpables de que un niño o niña accedan a contenidos pornográficos son los padres de los niños que manejan con libertad los teléfonos de los padres o son propietarios de terminales de última generación. Yo no sé en qué momento se puso de moda en España que niños de 10 años tuviesen dispositivos informáticos portátiles y teléfonos que hasta hace no muchos años eran sólo un sueño. Un niño que crece en la cultura del todo vale y de tener lo que quiere en cualquier momento será un adulto sin valores y sobre todo sin empatía que es la principal característica que nos diferencia del resto de los animales y que permitió al ser humano evolucionar desde las copas de los árboles a las sinfonías de Mozart o a la sonrisa de La Mona Lisa.