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Desde mi terraza

The best

Quien tuviera la suerte de asistir al concierto que Ana Belén ofreció en el Teatro Principal de Alicante el pasado sábado para presentar su último disco, Vida, entenderá la contundencia del título de mi artículo. Es «La mejor». Mi afirmación, por rotunda que parezca, no es excluyente; soy consciente de las (y los) buenas cantantes de este país, pero los gustos son los gustos... y también las debilidades. Y Ana ha sido siempre mi debilidad en el terreno artístico puesto que es tan completa como para abarcar la música, el teatro, el cine y la televisión. Y todo con maestría.

Un servidor, mitómano confeso, se reconoce como tal pero también con la objetividad suficiente como para no caer en la mitomanía des objetivada, en el fenómeno fan descontrolado y movido por razones extra artísticas. No es mi caso. Y es que me mueve la admiración por una artista total que, además, ¡es bellísima! Pasiones aparte, el recital que ofreció fue completísimo, a sus 68 años conserva una voz perfecta, y su dominio del escenario (muy bien dirigida por José Carlos Plaza) es evidente, como pudimos comprobar. He seguido la carrera de Ana Belén desde sus inicios, y mi primer encuentro con ella fue en aquellos festivales que se organizaban en la plaza del Ayuntamiento de Alicante, creo recordar que con las obras Numancia y El sí de las niñas, ambas dirigidas por el desaparecido Miguel Narros, su mentor. Ella debía tener poco más de quince años y ya apuntaba maneras, a pesar de venir lastrada por la etiqueta de «niña prodigio». Narros la orientó, colaboró en su formación teatral y la condujo hasta donde es y está hoy.

Y he seguido con atención su carrera en todas las disciplinas citadas, a lo que debo unir el importante dato de que, poco a poco, se ha ido forjando una buena amistad, no conozco a fondo su día a día (ella sí el mío puesto que soy un incontinente verbal y casi publico edictos cuando me duele una uña) pero sí creo conocer bastante su entorno personal y familiar. Por lo tanto, me siento próximo a ella. Y lo curioso es que cuando me siento en la butaca para oírla cantar o interpretar una obra, cuando la veo en el cine o en la televisión, mi mitomanía desaparece para disfrutar casi exclusivamente de su interpretación en géneros distintos pero siempre bien elegidos puesto que controla su carrera con acierto.

Tal sucedió el sábado, pero con el prólogo de un buen arroz a banda (¿o «abanda»?) en un restaurante alicantino. La vida también la forman estas cosas, que no todo van a ser preocupaciones políticas, económicas o de salud, y yo tengo la suerte de disfrutar mucho con el arte, prácticamente en todas sus acepciones, aunque el teatro y la música sean las que más me apasionen. Pero como no todo va a ser placer estético, hay que seguir una y otra vez con el candente tema político, hoy más enrarecido y complicado que nunca. Me pregunto qué va a ser de nosotros, españolitos a expensas de unos cuántos señores incapaces de ponerse de acuerdo; y lo más grave es que los grupos conservadores ya no tienen empacho en confesar abiertamente que van a dificultar la legislatura todo lo posible.

Respecto a Alicante, la incógnita se desvelará este mismo sábado; y un poco más tarde se aclarará la situación del gobierno de la nación, ahora mismo inmerso en una maraña de conversaciones, intentos de pactos y de «tiras y aflojas». Me pregunto si era necesario este gasto de energías... Así que disfruten de esas fiestas de Hogueras de San Juan tan inmediatas, mientras un servidor escuchará con deleite el último disco de Ana Belén. Que la vida también es eso.

La Perla. «Qué pequeña es la luz de los faros de quien sueña con la libertad» (San Sabina)

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