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Fernando Ramón

Opinión

Fernando Ramón

La estrategia de la tensión

La fumata blanca alcanzada in extremis fue el final feliz de una estrategia de la negociación que había generado tal escalada de tensión, que había quien se temía lo peor. Craso error. Todos los negociadores sabían en su fuero interno que al final, antes o después, se alcanzaría un acuerdo, aunque nadie tenía tan claro los daños que podrían provocar esos desencuentros. Sobre todo en el futuro más inmediato. Quizá por ello, la huella de la tensión aún se reflejaba en los rostros de quienes han participado en las interminables reuniones cuando aplaudían la rúbrica de un pacto mucho más complicado de cerrar que hace cuatro años, sellado de forma más endeble y veremos con qué consecuencias. Evidencian las imágenes que Dalmau ha salido airoso y triunfante alcanzando la anhelada vicepresidencia, en detrimento, fundamentalmente de Oltra y Compromís, que se sienten de nuevo vencidos, tras no haber digerido aún el sapo del adelanto electoral con el que Ximo Puig les hizo tragar, en el último minuto, al que culpan, en parte, de los resultados sufridos en la doble convocatoria electoral. El president tendrá ahora la complicada tarea de coser las costuras que en los últimos tiempos se han abierto, abruptamente, con sus socios de referencia. La cesión final socialista a las pretensiones de la tercera pata del Botànic II fue la única fórmula posible para sofocar un incendio que por momentos iba alcanzado dimensiones descontroladas. Los componentes de Compromís se han visto envueltos en una estrategia de dos polos opuestos que no sólo les ha perjudicado abiertamente sino que, además, se han aireado de forma más que evidente. A partir del lunes, aunque todo parezca que empieza de cero, las heridas aun tardarán un tiempo en cicatrizar y quién sabe si se cerrarán en estos próximos cuatro años. Tiempo al tiempo.

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