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Un, dos, tres... negociación otra vez

La investidura de Pedro Sánchez espera no ser una embestidura contra él, que aspira a formar nuevo Gobierno y dejar de ser el inquilino en funciones de La Moncloa. Felipe VI le encomendó la tarea porque sí, siguiendo las indicaciones del guion establecido. Y Sánchez se remanga ante las exigencias de sus potenciales socios para el intercambio de favores. Si puede evitarlo, prefiere no tener un Gobierno de coalición con Unidas Podemos como manera de garantizar una política de izquierdas. No se fía por el qué dirán algunos y por si después cunde el pánico en el Ejecutivo. Pese a las ruedas pinchadas de los de Pablo Iglesias en las municipales y autonómicas, los números no cambian a nivel estatal, y el líder morado sigue queriendo carteras sociales.

El pacto de la Comunidad Valenciana es su guía. Iglesias y Sánchez, antes de reunirse nuevamente, ya estaban de acuerdo en que iban a trabajar para llegar a un acuerdo y que hubiese fumata blanca tras diversos cónclaves. Pero si el PSOE consigue una abstención imposible por parte de Ciudadanos y PP, el papel de Iglesias quedaría reducido en la puesta en escena, y Sánchez estaría más feliz al no depender siempre de él y habitar en el centro político. Ya se sabe que los socialistas enarbolan la bandera de la izquierda en tiempo de elecciones y después la suelen guardar en el armario para que no dé mucho la lata.

Así las cosas, anhelan que Iglesias, el «socio preferente», se incline y renuncie a la posibilidad de poner la coleta en algún ministerio. Sánchez necesita apoyos, pero tiene cogida la sartén por el mango y pretende desgastar, de una forma u otra, a Podemos. Lo que podría ser un pacto dulce tiene asperezas, y los asaltos del combate acaban de comenzar. ¿La amenaza de nuevas elecciones favorece a los de Ferraz y perjudica seriamente la salud de la formación morada? La derecha podría coger impulso y sumar. El lógico plan de Iglesias es hacerse un espacio en el Consejo de Ministros y subir de peso. La batalla, a ver quién se lleva el gato al agua, va a ser firme y podría ser dramática si no se pone freno y marcha atrás. El acuerdo con el menú programático no debería ser tan difícil. Unos entremeses de justicia fiscal. Un primer plato con subida del IRPF a las rentas más altas y otra subida del salario mínimo interprofesional, como Dios y la Carta Social Europa mandan. Un segundo plato con reducción del IVA a los bienes de primera necesidad, y de postre, en suma, una política que piense en las personas para avanzar, no estancarse ni retroceder. Un país más justo, verde y feminista con mejoras reales.

En cuanto al tema del impuesto a la banca, de una nueva reforma laboral para la creación de puestos decentes de trabajo o una renta mínima, Sánchez mira al tendido y no quiere poner al borde de un ataque de nervios a los peces gordos, no sea que no puedan seguir controlando el timón central, tal como ordenan las sagradas escrituras del juego. De modo que un, dos, tres... negociación otra vez. Que doña Ruperta y Chicho estén en el cielo y que la acción política no sea una serie de historias para no dormir.

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