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¡Ancha es Castilla!

La frase tiene su origen en la Reconquista. Pues resultó que los grandes y desolados campos castellanos eran el sitio perfecto para iniciar negocios; después de tener bajo control los campos arrebatados a los moros, surgía la necesidad de darles sentido... pues «Ancha es Castilla». Resulta también que tras uno de mis habituales viajes por tierras madrileñas para ver algunos estrenos teatrales, era el momento de adentrarme por tierras castellanas, que forman parte de mi origen por parte materna, con el objetivo de visitar la única catedral gótica española que no conocía. León fue mi destino, y la catedral conocida como La Pulchra no me decepcionó, más bien al contrario fue todo un espectáculo disfrutar de los 1.800 metros cuadrados de increíbles vidrieras, la mayor superficie de cristal emplomado de todas las catedrales españolas. De vez en cuando conviene aspirar otro aire, de vez en cuando resulta interesante ver otros modos de vida diferentes a los de este Levante español de nuestro día a día... de vez en cuándo se hace necesario huir de los avatares políticos locales que en estos momentos ocupan nuestra atención de forma obsesiva. Pero hete aquí que en aquella capital del antiguo reino de León me encuentro también con «los pactos»; y tanto en León, como en Alicante, como en un sinfín de ciudades y autonomías españolas, los sufridos ciudadanos contemplan perplejos cómo su voto, en principio dirigido hacia un partido determinado, termina deglutido por un conglomerado de siglas que seguramente se alejan de nuestro ideario político. Nuestro president acabará resultando algo patético con los intentos desesperados de asegurarse alguna de las dos instituciones de incierto gobierno, Diputación y Ayuntamiento; y el dubitativo y poco claro partido que preside el novio de Malú se ha convertido en dueño y señor del destino de media España. Así Ciudadanos se está creciendo, y resulta increíble que el tercer partido en número de votos del 26M sea quien a la postre termine marcando las directrices de la política española. El lector convendrá conmigo en que los españoles están (estamos) conociendo y acercándose al mundo jurídico como nunca ha sucedido: el españolito medio ya sabe distinguir, a base de una machacona tabarra, entre el Tribunal Supremo, el Constitucional, la Audiencia Nacional o la Provincial, por obra y gracia de dos sucesos candentes: el juicio del procés y el traslado de los restos del dictador a un paradero desconocido hoy por hoy. En cuanto al primero, nos encontramos con la sorpresa de que dos instituciones como la Fiscalía y la Abogacía del Estado mantienen posturas diferentes; uno califica los sucesos catalanes como «sedición» (no violentos) y el otro como «rebelión» (los sucesos se llevaron a cabo con violencia). En cuanto a la postura del Tribunal Supremo sobre la exhumación del dictador, como era de esperar «se la coge con papel de fumar»: esperemos a que se resuelva el recurso presentado por la familia Franco y luego entraremos en el tema del traslado de los restos. No creo que el Gobierno esperara otra cosa; pero resulta extraño y hasta lacerante que el Poder Judicial no anteponga (o ignore) que fue el Congreso de los Diputados quien por abrumadora mayoría (dos votos en contra) aprobó sacar del Valle de Cuelgamuros los restos de Franco para enterrarlos definitivamente en otro lugar. De nuevo la espera. Confiemos en que más pronto que tarde se resuelvan definitivamente los temas objeto de mi artículo de hoy, y que podamos disfrutar, en lo posible, de los cuatro años de merecida tranquilidad que conformarán la nueva legislatura. Mientras tanto acérquense al libro en cualquiera de las ferias que ocupan España entera, o disfruten de ese coronel que es Antonio Alcántara (perdón, Imanol Arias) quien, dirigido por Carlos Saura, en la versión teatral de la novela de Gabriel García Márquez El Coronel no tiene quien le escriba, se debate entre alimentar al gallo que cuida amorosamente o comérselo para no morir de hambre; o emociónense con el desgarrado monólogo de la protagonista de La voz dormida, la extraordinaria novela de Dulce Chacón convertida en teatro, o con esa Hija del Aire con la que Calderón de la Barca nos dice tantas cosas que nos resultan, aún hoy, muy cercanas. Todo ello, naturalmente, en Madrid, porque de los proyectos de nuestro Teatro Principal no sabemos absolutamente nada.

La Perla. «La diferencia entre democracia y dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de recibir las órdenes». (Charles Bukowsky, escritor alemán y norteamericano)

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