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Simbólica espontánea

Aparte de un órgano de protocolo del Estado, ¿existe otro que organiza la simbólica del Estado? Seguro que no, ni hace falta, pues los símbolos se generan de modo natural, como la intrahistoria (con la que tienen línea directa), y cualquier ordenación está contraindicada. La retirada del Rey Juan Carlos I en la más alta ceremonia de nuestra liturgia nacional, la corrida de toros, y además en Aranjuez, cuyo Palacio Real conoció el llamado Motín de Aranjuez, que puso fin al reinado de Carlos IV y abrió (Guerra de Independencia por medio) el de su hijo Fernando VII, es un prodigio de simbolismo. En el Rey Emérito ha habido siempre una fuerte veta castiza, y su adiós, rodeado de la parte más castiza de la familia, ha sido una reposición algo nostálgica de la Fiesta Nacional. La eficacia simbólica del conjunto, en clave kitsch, es demasiado brillante como para haber sido calculada.

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