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Manolo Alarcón

El dilema de Ruz

Pablo Ruz debería estar sopesando estos días (pero no lo va a hacer) cuál es su meta en política. Si irse puntualmente a Madrid, con sueldo de senador y viendo cómo el PSOE lo denigra día sí y día también por su falta de compromiso con la ciudad, al compaginar este cargo con el de portavoz, o apostar por un futuro más complicado, como sería el renunciar a la Cámara Alta y centrarse en la siempre complicada, torticera y desagradecida vida de oposición, que nunca te va a nada más que visibilidad si tienes argumentos y discurso durante cuatro años aunque, no nos engañemos, tampoco esto te garantizará nada.

Pero, pese al buen resultado que obtuvo el 26-M -en comparación con lo que le ha pasado a su partido-, al mantener a los nueve concejales y sumando más votos que los que había obtenido un mes antes su líder, Pablo Casado, han comenzado a caerle las primeras críticas veladas desde dentro porque, dicen, « ha tenido dos años para prepararse y le habían 'limpiado' a todos aquellos que podían hacerle sombra». Críticas que son como una lluvia fina a la que le pones fin o termina por calarte.

Ruz ha tenido un camino más fácil que cualquier otro candidato que haya tenido la derecha en Elche en años. Tiene un perfil de persona moderada, optimista y sensata, aunque no se le ve madera de líder, lo cual no quiere decir que no lo sea. De otro modo no se entendería cómo en 2017 el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, vino a la ciudad a ungirlo como candidato. Y a este lo sustituyó al frente del PP en 2018 Pablo Casado, a quien le faltó tiempo para designarlo como cabeza de lista de los populares al Senado por la provincia. Casi .

Si alguien pensaba que ese día le hicieron un regalo, que aquello fue un premio por su valía (aún no demostrada) o porque suponía un cambio de imagen y de estrategia que los populares querían dar en Madrid y él era esa cabeza de puente, que sepan que en realidad le colocaron una carga que me atrevería a decir que a día de hoy ni sabe lo que le pesa. Los socialistas, desde entonces, se han frotado las manos pensando en la baza que les habían dado para las municipales. Y esto es tan cierto como innecesaria fue la campaña de descrédito que le lanzaron, previo pago en redes sociales, para recordar que si Ruz era elegido alcalde iba a estar casi 100 días en Madrid mientras ellos habían apostado por un candidato ( Carlos González) que iba a trabajar por la ciudad 365 días al año. Y, sobre esta cuestión tan básica como es la dedicación, no había color por mucho que Ruz prometiera por lo bajini renunciar al cargo si ganaba. Durante la campaña el líder del PP ocultó todo lo que pudo su toma de posesión como senador sin realizar ni una sola mención pública. «De lo de Madrid -pensaría- quizá mejor no alardear», pese a lo que suponía el haber sido elegido como miembro de una de las más altas instituciones de este país a la que, es cierto, se conoce popularmente como el cementerio de los elefantes sin que nadie de los que ha pasado por allí durante cuatro décadas haya sido capaz de lograr que la opinión pública la vea como lo que en realidad es. Por algo será. Con 35 años y un buen sueldo como senador, restándole con ello trascendencia pública en esta ciudad durante los próximos 4 años y teniendo que vivir a caballo entre Elche y Madrid y aguantando críticas, la pregunta que uno se hace es: Y Ruz, ¿cómo se ve dentro de cuatro años, como candidato serio a alcalde o como elefante en Madrid?

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