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Tribuna

Hoy vivo más que sobrevivo

Está llegando el verano y tengo miedo. Tengo miedo de que cierren la Unidad de Trastornos Alimentarios de San Juan. Tengo miedo de que el esperado Centro de Día nunca llegue. De que las cifras sigan subiendo y nadie grite de horror:

Según la plataformawww.eatingdisorders.org,durante el inicio y final de las vacaciones estivales aumentan un 25%la atención de personas que sufren trastornos en la conducta alimentaria y, aunque se trata de una cifra global, los dos desórdenes que destacan en el número de ingresos hospitalarios son la bulimia y la anorexia. Asimismo, se considera que alrededor de 70 millones de personas en todo el mundo sufren problemas de este tipo, y que un 85% son mujeres. No obstante, aunque el perfil mayoritario es el de mujer joven entre los13 y 25 años, se está ampliando el rango de edad y el aumento de varones afectados.

Y ahora vienen los datos que me quitan el sueño: Según un estudio llevado a cabo por la Fundación Index, se ha comprobado que las tasas de mortalidad en los Trastornos Alimentarios es mayor que en el resto de trastornos psiquiátricos: fallecen entre un 5-10%, se recuperan entre un 40-50%. El 25% tiende a la cronicidad e invalidez y un 25-30% alterna entre mejorías y empeoramientos.

Morimos. Pero no de hambre. De pena. El suicidio es la principal causa de muerte. Después la parada cardiaca o respiratoria. ¿De hambre? No, de hambre no se muere. Las tasas más altas además se dan en pacientes con bajadas de potasio extremas, muy frecuentes en la bulimia nerviosa.

Cuando conocí estas cifras en Barcelona me preguntaba una y otra vez a qué porcentaje acabaría sumándome. Porque permítanme que les hable desde la experiencia y no desde la clínica: el 25% que tiende a la cronicidad y el 25-30% que mejora y empeora, podría englobarse en un nuevo porcentaje: 55% de lucha.

Dejen de imaginarse por favor a una persona que sufre un trastorno alimentario como un esqueleto. Dejen de utilizar imágenes de espejos y manzanas y balanzas. Luchemos para salir delestigma.

La comida, el peso, el reflejo del espejo. Todo esto es la punta del Iceberg. Hay mucho debajo.Muchos miedos, traumas, trastornos de la personalidad, trastornos obsesivos compulsivos, depresiones, recuerdos de una vida que cuánto más tiempo pase, más se disolverán en el océano.

Voy a utilizar la metáfora del cortocircuito. No me gusta tampoco que piensen que tenemos una voz interna que nos dicta qué hacer o qué no hacer. O que hay un monstruo en nuestro interior llamado TCA. A mí esto no me ha funcionado en ninguna de mis etapas del tratamiento.

Voy a explicarles. En mi cerebro no hay voces ni monstruos ni una persona llamada Anorexia. En mi cerebro hay neuronas y energía. Para que me entendáis mejor voy a hablar desde la metáfora y no desde laclínica:

Un Microrrelato: El cortocircuito.

Un día estás en tu casa tranquilamente viendo tu serie favorita en Netflix y se va la luz. Boom. Papá, mamá, ¡se ha ido la luz! Habrá saltado el automático (utilizamos esta expresión que no sabemos muy bien qué quiere decir en realidad). Nuestro padre o nuestra madre van y suben el botoncito que no sé sabe por qué razón se había bajado.

Al día siguiente, estamos duchándonos con música de fondo y se vuelve a ir la luz. Boom. Mamá, papá, se ha vuelto a ir la luz. Nadie contesta. No hay nadie en casa. Sales de la ducha y despacito vas al cuadro eléctrico y subes la palanquita que ha saltado de nuevo.

A la semana siguiente, empieza a saltar el automático con más frecuencia. Y algunas veces, por mucho que subas la palanquita hacia arriba, esta pronto se vuelve a bajar.

La luz, la energía, empiezan a fallar. Empieza a haber un problema, pero ya no en el cuadro eléctrico, sino en el sistema interno de electricidad.

Y boom. Cortocircuito. Un día se va la luz completamente y tarda 10 minutos en volver. Otro día se va la luz y tarda 2 horas en volver. Otro día te quedas sin luz toda la noche. La siguiente semana la luz viene y va sin orden ni sentido.

La hija preocupada va a sus padres y les pide por favor que solucionen el problema. No te preocupes, cariño, que eso es de las lluvias de esta temporada. Pronto dejará de saltar el automático.

Boom. Boom. Boom. Cortocircuito. Oscuridad. Paso del tiempo.

Luz tenue, bombillas que parpadean.

De repente, la hija, ya cansada de este embrollo eléctrico coge la sartén por el mango y llama al electricista. El electricista acude a la casa y habla con sus padres. Les dice que tendrían que invertir muchísimo dinero para cambiar el sistema eléctrico de TODA la casa, que no es un problema del automático ni de las lluvias de temporada. Que pueden optar por la opción más económica de mejorar el sistema eléctrico actual y arriesgarse que este siga fallando o decantarse por la gran inversión del cambio total.

A la hija le asusta que pongan patas arriba su casa para cambiar algo que tiene que ver con la electricidad y la energía y no acaba de entender bien.

Boom. Boom. Boom. Cortocircuito.

¿Cuánto tarda en volver la luz esta vez? Respóndanme ustedes ahora, lectores.

Un sistema racional que se gestó por muchas razones (algunas genéticas, otras de personalidad, sociales, familiares, culturales?) Los porqués pueden ser muchos y muy variado.

Llega un momento en que no te puedes seguir preguntando por qué el sistema eléctrico de tu casa ha empezado a fallar. Por qué incluso ha dejado de funcionar completamente. DEBES ACTUAR.

Quizás no tengas el dinero suficiente para cambiar todo el sistema. Quizás lo tengas pero no quieras que cambien tu casa, que te echen de ella aunque sea sólo por un tiempo. Tienes miedo.

Concretemos:

Un 5-10% de pacientes afectadxs por un TCA no vuelve a ver la luz. El cortocircuito ha sido permanente y largo en el tiempo. La luz nunca volvió. El electricista no pudo hacer nada con el sistema eléctrico ya muerto.

Un 40-50% se arriesgan. Abandonan sus casas durante una temporada. Invierten todo lo que haya que invertir y cambian el sistema eléctrico en su totalidad. Hay que tener dinero para esto. Hay que ser muy valiente también. El electricista hasta les acaba haciendo una inspección anual por si vuelven a fallar lascosas.

El 25% acepta el fallo de su sistema eléctrico, y decide vivir en temporadas con oscuridad permanente. El electricista se ve obligado a asistir a la casa cuando la luz se pasa meses sin volver. El electricista tiene miedo que la casa muera en la oscuridad y pase a formar parte de los primerosporcentajes.

El 35% decide mejorar parcialmente el sistema eléctrico de sus casas. El electricista va y viene. Inspecciones semanales, mensuales, trimestrales. La luz falla a veces, pero no tarda más de dos días en volver. Muchxs se mantienen en este estado ahorrando dinero para poder llegar a cambiar el sistema eléctrico en su totalidad.

Otrxs se mantienen aquí porque temen abandonar la comodidad de sus casas durante una temporada.

Boom. Boom. Boom.

Los recursos públicos destinados al tratamiento de los Trastornos Alimentarios son escasos e insuficientes. Por ello, la mayor parte de los pacientes acude a Clínicas Privadas. Muchas veces, incluso desde la pública te recomiendan que vayas a la privada. En fin. Qué orgullo de sistema sanitario.

Durante 2 años, y si tienes menos de 28 años y eres estudiante, el Seguro Escolar te cubre parte del coste de los tratamientos privados. Es decir: de unos 6000- 7000? que puede llegar a costarte un régimen de internamiento hospitalario completo, pasa a unos 1000-2000?.¡Una ganga! Cualquier familia media en España puede permitirse pagar estas cifras, ¿verdad?

Dos años de duración. Cuando el tiempo de tratamiento medio de pacientes afectadxs por Trastornos Alimentarios oscila entrelos 5-6 años. Con revisiones incluso de por vida.

Mi madre y mi padre son profesores, tienen un sueldo que podemos calificar de «decente», pero tuvieron que vender nuestra casa cuando estuve ingresada en Barcelona. La culpa me acompañará de por vida por esto, por mucho que trabaje la autocompasión.

La culpa por haber recaído en numerosas ocasiones me acompañó hasta hace poco tiempo. Porque me di cuenta que era mi responsabilidad, no mi culpa. Mi responsabilidad como hija era perdonarme.

Mi responsabilidad y no mi culpa.

Soy responsable de cuidar de mí misma.

Ha sido un año más duro de lo que esperaba. Dos másteres, un trabajo, prácticas, un desamor, siete exámenes, un cuerpo nuevo, un libro. Mi libro y el de todxs nosotrxs. Al fin. Pronto sabréis más sobre ello. Un libro con el único objetivo de desmontar la imagen que se tiene de las enfermedades mentales.

Hoy, me miro al espejo y no sé si soy yo. Por eso prefiero mirarme lo justo, porque creo que el espejo ya no me refleja. Mis prioridades han cambiado. Es difícil subir dos tallas en un año. Es difícil soportar el cambio físico pero más el hormonal. Y la corriente de emociones que acompaña la transición.

Por ello prefiero mirarme en mis libros, en mis fotos, en los recuerdos del primer año después de once, del que puedo decir que he vivido más que sobrevivido. Mi vida, mejor o peor, con lágrimas y con risas, con amor y desamor, con errores y aciertos. No, no he vuelto a ser esa adolescente de 16 años, ni lo pretendo. No voy a olvidar nunca lo que he pasado. Nadie puede olvidar 11 años de su vida. He crecido con esto. He tenido que desmontar un sistema de andamiaje racional muy sólido y muy biencimentado.

Educación, esperanza y amor. Amor, mucho amor. Siempre amor.

No, psiquiatra. La inteligencia no me ha salvado. ¡Ha sido el amor!

Y no, no me he echado novio (como tanto me insistíais), me he enamorado de la vida. Asomé la cabecita en verano y ya no pude esconderla de nuevo, al menos no completamente. Muchas veces he querido volver al «refugio», pero doy gracias por haber encontrado un «refugio» real que me cuida y me protege, un refugio que no quiere hacerme daño, al revés, me recuerda cada día un poquito más quién fui, quién soy. Mi refugio ya no es la Anorexia. Mi refugio es la Literatura y el Amor. Mi refugio son las lágrimas y las risas. Los bailes y las caricias. Las emociones. Me está encantando sentir. Me está encantando enfadarme, entristecerme, reírme, divertirme, asquearme,cansarme.

Miremos las cifras, sí. Pero hagamos algo con las cifras. ¡Dejemos la compasión y actuemos! Una de mis psicólogas me dijo una vez: «Deja de preocuparte y empieza a ocuparte»- ¡Cuánta razón llevaba! No somos víctimas, ni héroes, ni enfermxs, ni números. Somos personas. Somos, sobre todo, mujeres muriéndonos de pena y de soledad. Pero también somos mujeres luchando, cada día, uno tras otro, sin parar, desde la mañana hasta la noche.

Y sí todos luchamos y todos tenemos miedos, pero a algunos de nosotrxs estos miedos nos impiden vivir. La Anorexia es la enfermedad del miedo. Y el primer paso para enfrentarte a los miedo es reconocerlos, hablar de ellos, escuchar, gritar si es necesario. Aceptar su existencia.

Ha llegado la hora de hablar de Salud Mental.

Ha llegado la hora de hablar de Acción Social en la lucha contra los TrastornosAlimentarios.

Ha llegado la hora de invertir en un sistema eléctrico de calidad para todos. En Educación en Salud Física y Salud Mental.

El cerebro es el órgano más desconocido del cuerpo humano. Pero también el más poderoso. Y entre todxs podemos cambiar el rumbo de la energía. Entre todxs podemos desmontar construcciones sociales y pensamientos irracionales. Entre todxs podemos agarrar con fuerza a ese porcentaje que se acaba sumiendo en la oscuridad del suicidio.

Yo hoy vivo más que sobrevivo. Yo hoy veo más luz que oscuridad. Y por ello guío con mi luz a aquellas casas que se han quedado a oscuras momentáneamente, porque sé que si yo un día me levanto y no veo la luz habrá alguien que venga con su linterna a alumbrarme el camino. Somos fuertes cuando aunamos fuerzas. Somos fuertes cuando compartimos ysentimos.

Voy a luchar. Por mí misma pero también por todos. Porque un día lucharon por mí y gracias a ello yo aprendí a luchar por mi propia vida.

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