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El indignado burgués

Golpe mortal a las Cámaras de Comercio

El golpe de estado democrático que el separatismo ha perpetrado en la Cámara de Comercio de Barcelona pone en jaque a una institución que fue pieza clave del «seny» catalán y refugio de la burguesía empresarial del Principado: la burguesía más burguesa del mundo mundial después de la parisién. No digo que no se viera venir y desde luego, como conocedor de estos entresijos, estaba seguro que en alguna parte, más pronto que tarde, podía suceder algo parecido, puesto que el sistema electoral de las Cámaras, bien manejado, es relativamente fácil de utilizar por grupos preparados. Trabajándoselo un poco, o un mucho, lo que me extraña es que otros no hayan ido al copo en más de una como ha hecho el independentismo en el «sancta-sanctorum» del palacete Llotja de Mar, uno de los edificios más emblemáticos de Barcelona, joya del gótico civil.

Les cuento un poco del sistema, que ustedes no habrán nacido enseñados. Para optar al Pleno de la Cámara hay una serie de grupos donde se eligen unos representantes. El problema -otros dirán que son las ventajas de la democracia- es que para entendernos y respetando absolutamente cualquier negocio, tienen el mismo número de votos (uno) el comerciante de alpargatas que El Corte Inglés, lo mismo vota un autónomo que vende a domicilio enciclopedias Espasa que Repsol o el Santander. Ya sé que la democracia es muy buena y muy bonita y respeta mucho los intereses de las minorías, pero en cuanto a efectividad deja bastante que desear.

Así, a brochazos gordos, funciona la cosa, si bien se compensa con una serie de puestos en los plenos en los que se asientan las empresas que más hayan cotizado a la Cámara. No dejan de ser una parte minoritaria y está bien que así lo sea, porque quedaría feo que alguien pudiera comprarse una Cámara, que no deja de ser una entidad de derecho público, no un chiringuito playero ni un club de fútbol.

Total, que los separatistas se organizaron, que de eso saben mucho, y consiguieron mayoría absoluta en unas elecciones en las que vota poco más del 4 por ciento de un censo en el que están incluidas todas las empresas de la demarcación de Barcelona. No quiero ni saber lo que habrán hecho para forzar a los indecisos a votarles ni qué amenazas sutiles habrán utilizado con los no afines, aunque es evidente que en Cataluña hay empresas nacionalistas, sin contactos con España y a los que les va muy bien con esta situación de enfrentamiento. E idealistas, que se puede ser empresario y tener una opinión no vinculada con la cuenta de resultados.

Desalojadas las grandes empresas de Cataluña, las realmente importantes han quedado fuera de los órganos de gobierno de su Cámara y no es eso lo peor, es que ya ha anunciado su nuevo presidente -un tipo peligroso- que pondrá la Cámara al servicio de la independencia. Hay independentistas e independentistas, pero este hombre, por lo que he visto que escribe y declara, es del modelo xenófobo y radical, financiador de los seudo historiadores que argumentan que Cervantes y Teresa de Ávila eran catalanes y que la bandera de Estados Unidos la creó uno de su tierra, por no hablar de otras barbaridades que les recomiendo encarecidamente que lean. Se van a partir la caja.

Es verdad que las Cámaras de Comercio ya no son lo que eran y probablemente no lo volverán a ser nunca. Entidades que manejaban una cantidad abundante de recursos, gracias a la aportación obligatoria de los empresarios, se encontraron con que de la noche a la mañana (y esto es literal, no una metáfora) Zapatero acababa con una historia centenaria. De un plumazo y sin alternativas muchas echaron el cierre y otras andan por ahí en mínimos, porque sin dinero no hay forma de ayudar a las pequeñas y medianas empresas, que era la razón de ser de estas instituciones. Los dineros ya no volverán a fluir porque esa fuente está seca y andan empeñadas las Cámaras de provincias en una penosa reformulación, porque por un lado la Ley les obliga a multitud de servicios, pero no habla para nada de cómo financiarlas.

Ese problema no lo tienen ni la Cámara de Barcelona ni la de Madrid, monstruos con mucho dinero acumulado y con encomiendas de gestión abundantes, Feria de Barcelona o IFEMA, que les reportan mucho dinero. El resto se conforman con el valor que les da una marca presente en todos los países del mundo y donde a un empresario de Tombuctú o de Siberia no hay qué explicarle lo que es una Cámara porque lo saben perfectamente. Cosa diferente es saber para qué sirven y cómo se utilizan, pero eso exige una labor de pedagogía y evidentemente de desarrollar las funciones que les dejen, que ni son abundantes ni bien remuneradas, por desgracia.

Situar la Cámara de Barcelona al servicio del independentismo da en mi opinión un golpe de gracia a las pobres Cámaras, que a perro flaco todo son pulgas. Por si no fuera suficiente con que Zapatero les quitase los recursos, sólo falta que unas Cámaras que superaron en su historia una monarquía, dos dictaduras, una república y la propia democracia parlamentaria a base de mantener su independencia de los poderes públicos (un cierto navegar, tampoco se crean) pierdan el prestigio heredado justamente porque una -pero muy grande- se ponga a las órdenes de Puchi.

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