«Cuanto más grande es la lucha, más glorioso es el triunfo». Thomas Paine (1737-1809), revolucionario estadounidense.

A ver si ahora va a resultar que realmente Carlos González es un gran líder social y un referente socialista de tomo y lomo, y aquí venga ponerlo a caer de un rucio durante estos cuatro años, desde dentro y fuera de su partido. Que si parálisis de la gestión, que si pusilánime ante las administraciones superiores, que si no da golpes en la mesa cuando hay que darlos, que si el cansino mercado central iba ser su tumba política, que si no tenía ningún gran proyecto con el que presentarse ante los electores, que si Ximo Puig le había tomado el pelo con el pago de la deuda histórica... Pues ahí lo tienen, triunfante y más reluciente que Mr. Proper, con sus doce concejales, que ni los más optimistas eran capaces de vislumbrar (todos menos los que están al corriente del principio de la improbabilidad de David J. Hand, claro). Pero el alcalde electo, y probablemente reelecto, no solo se ha leído varias veces (incluso una de ellas al revés) el manual de resistencia de Pedro Sánchez, sino que sabe por experiencia, como buen corredor de fondo, que en una carrera de larga distancia (y una legislatura entra en la categoría maratoniana) lo importante no es el ímpetu de la salida sino la resistencia durante la marcha.

En fin, que si hablábamos del «efecto Sánchez» en las elecciones del 28-A, ahora hemos vivido el «efecto González» en toda su intensidad y magnitud. Ni los más optimistas del PSOE local esperaban tal remontada histórica. Muchos eran los que en la noche electoral andaban pellizcándose unos a otros o frotándose los ojos (cada uno los suyos, en este caso) en la sede socialista mientras la inexorabilidad del recuento confirmaba lo que parecía una ilusión producto de una perturbación en la curvatura espacio-temporal. Hay electos/as de los últimos puestos que todavía siguen despertándose en mitad de la noche, sudorosos/as y taquicárdicos/as, creyendo haber vivido una alucinación. La magnitud de la victoria fue tan inesperada que ni se habían puesto botellas de cava a enfriar y tuvieron que ir a buscarlas a un 24 horas. Y es que desde 2007 no se celebraba nada en la sede de General Cosidó. Hasta González y el secretario general, Alejandro Soler, se abrazaron, como prueba fehaciente de que pelillos a la mar y ahora todos a una y esas cosas que se dicen en ocasiones tales. Es lo que tiene el cava.

Pasada la resaca, ahora toca negociar. Y a eso van a ponerse los socialistas en unos días. Doce concejales son muchos, pero no son la mayoría absoluta (14) que da la tranquilidad. González ha salido fortalecido y con mayor poder decisorio tras el resultado, pero no lo decidirá todo. Para eso hay una comisión y, además, lo que se acuerde hay que someterlo a la aprobación de las bases. Que, por supuesto, votarán siguiendo las recomendaciones de la ejecutiva, pero hay que guardar la compostura y las formas (algo que no se hizo en la confección de la lista municipal, cuando se trastocó por completo el voto de los afiliados). En cualquier caso, el recuperado buen rollo entre el alcalde y el secretario general no hace prever un recrudecimiento de hostilidades, al menos en esta primera fase.

La situación ahora es más sencilla que en 2015. Hay dos opciones sobre la mesa: o gobierno en minoría del PSOE o pacto de legislatura con Compromís. La primera opción tiene la ventaja de un equipo monocromático que gobernaría a golpe de acuerdos de la junta local y con apoyos puntuales de otras fuerzas en asuntos que requieran una mayoría absoluta en el pleno, principalmente los presupuestos (así se hizo con Ciudadanos en este mandato) y temas urbanísticos (PGOU entre ellos). En el aspecto negativo, esta fórmula matemáticamente inestable estaría expuesta a turbulencias como reiteradas e incluso dolorosas derrotas en las sesiones plenarias, amén de mayores dificultades para sacar adelante asuntos de general interés y beneficio para la población.

La opción de la renovación del pacto de gobierno con Compromís es la que más posibilidades tiene de fraguarse. Es la alianza natural y consuetudinaria en el consistorio ilicitano. Dos socios históricos que se conocen y que han compartido responsabilidades en varios bipartitos, con las habituales discrepancias de todo matrimonio político. Será el acuerdo más probable, aunque tanto González como Soler hayan amagado con el gobierno en solitario, como aviso a navegantes. No hay razones de peso para rechazar la continuidad del convenio, pero todo dependerá de las condiciones que ponga sobre la mesa la parte contratante de la segunda parte, sensiblemente debilitada tras perder dos de sus cuatro ediles.

La formación de Mireia Mollà propugna la renovación del pacto de gobierno, nada de quedarse fuera y apoyar al ejecutivo socialista en asuntos puntuales. En ese caso, prefieren pasar a la oposición monda y lironda. Pero no es previsible que llegue la sangre al Vinalopó y lo más factible es que se consume un nuevo himeneo de izquierdas. El previsible nuevo acuerdo floral de Valencia jugaría también a favor. Y, por supuesto, si alguien había fabulado con un pacto PSOE-Cs, como el mismísimo candidato naranja, García-Ontiveros, que abandone toda esperanza.

En el otro lado del espectro, Pablo Ruz salvó pírricamente el peliagudo trance, pero aunque logró conservar los nueve escaños actuales del PP, su sueño de hacerse con la alcaldía se esfumó al desinflarse Cs. Ahora podrá compaginar sin problema su papel de líder de la oposición con la ardua y afanosa tarea que le aguarda como senador. Aún es joven y no debe desesperar (que se lo explique Mercedes Alonso). También Super Caballero vio frustrada su misión de derrotar a los malandrines y felones que mortifican a los ilicitanos, porque su justiciero rayo gamma-positrónico quedó fatalmente neutralizado por las emisiones del láser de criptonita de sus antiguos compis de Cs desde lo alto de Calendura. ¡Dracarys!

En el capítulo de desapariciones, dicen adiós los dos socios del tripartito, Ilicitanos y el Partido de Elche. Respecto al primero, daba la sensación de que su lideresa, Cristina Martínez, estaba pidiendo la hora desde hacía tiempo, con su evaporación de la escena pública. Jesús Pareja confiaba en que su gestión al frente de Deportes y su talante y tal serían premiados por el electorado. Errónea deducción. No tuvo en cuenta el principio de improbabilidad ni la tendencia al voto útil que ha barrido del Ayuntamiento a los dos partidos de carácter local y posibilitado la llegada de Vox. Le echaremos de menos. Sobre todo el PSOE.