El problema del maltrato a mujeres es un asunto sobre el que se habla mucho y la realidad viene a demostrar que no se hace lo suficiente. El dato de que aumentan los maltratadores de entre 18 y 24 años, los jóvenes, es una prueba. Un fracaso de la sociedad en toda regla. Tenemos una ley contra la violencia de género, con sus contradicciones y deficiencias, pero una ley al fin y al cabo; una sociedad pretendidamente moderna, unos jóvenes de los que aseguramos que son los mejor preparados de nuestra historia y, sin embargo, ahí está la tacha del maltrato. No son todos los jóvenes, por supuesto que no, pero parece que es una tendencia que va a más. Como mujer, me horroriza. Me niego a aceptar como argumentos que falta formación en la escuela, que falta educación en las casas, que la tecnología genera maltratadores púberes. Me parecen vanas excusas que ponen en evidencia que no sabemos cómo atajar algo que ya nos sobrepasa y que nos califica como sociedad enferma. A mi edad, vistos los resultados, no cabe más que admitir que algo hemos hecho mal los de mi generación, porque si nuestros hijos no son mejores que nosotros, hemos fallado en el relevo generacional. Les hemos querido egoístas, individualistas, competitivos, les hemos tratado como si de dioses se tratara y como si tuvieran derecho a todo, incluso por encima de la ley. Es evidente que nos hemos equivocado. Y ahora, ¿cómo lo arreglamos? Algo se podrá hacer. Me niego a creer que no haya remedio.
