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Colau, a retratarse

A la alcaldesa de Barcelona se le acaba el tiempo de ser equidistante

Para no mancharse recibiendo los votos de Valls, que la mantendrían como alcaldesa de Barcelona si los comunes y el PSC alcanzan un acuerdo, Ada Colau insiste en arrastrar a los socialistas catalanes a un tripartito con ERC (aunque sin aclarar, de momento, quién ostentaría la vara de mando, si ella o Maragall II, que sacó más votos el domingo). Colau reincide así en su vicio favorito, la equidistancia, ése que en el mandato anterior la llevó a romper el pacto de gobierno con el PSC porque los de Iceta respaldaron la aplicación del 155. Solo que esta vez, para no quedarse en medio (ni soberanista ni lo contrario), intenta que la correlación de fuerzas que dejaron las urnas del 26-M bascule hacia un supuesto pacto de progreso sin viso alguno de prosperar.

Primero, porque el PSC no respaldará a Ernest Maragall en represalia por el feo voto de ERC contra la designación de Iceta como senador; y, segundo, porque el cabeza de lista de los republicanos puede ser regidor (la suya fue la lista más votada) si ningún otro candidato obtiene la mayoría absoluta cuando se constituya la Corporación. El escenario está completamente abierto. Un acuerdo entre Colau (10 ediles) y Maragall (otros 10) se queda a un escaño de la mayoría absoluta (21) y necesitaría el voto de al menos uno de los 5 concejales de Junts per Catalunya, decisión que, como poco, incomodaría a la regidora en funciones (pero ni lo más mínimo a Esquerra). Por el otro lado, la suma de los 10 de Colau y los 8 del PSC precisa el concurso de al menos 3 de los 6 ediles obtenidos por la lista de Valls, la mitad de los cuales deben obediencia a Cs, aunque el ex primer ministro francés dice que todos están de acuerdo en prestárselos a Colau para que Maragall no sea alcalde. De manera que a la regidora barcelonesa, esta vez, le toca retratarse. O bien va con Maragall (y, de la tacada, con JxC), o se entiende con Collboni (PSC) y acepta el regalo (seguramente envenenado) de Valls. Decida lo que decida, ya no será equidistante. Si hace lo primero, dejará de ser "la muleta del independentismo" para convertirse en su tercera pierna en el Ayuntamiento de Barcelona. Y si se inclina por lo segundo, caerá de lleno en el bando constitucionalista.

Aunque también puede dejar que muera cualquier posibilidad de pacto, a uno y otro lado, y arriesgarse a llegar con una mano delante y otra detrás al Pleno de constitución. En ese caso no se retrataría antes, pero, si el PSC y Valls votan por ella, quedaría retratada después. Igual le sale a cuenta: sería equidistante dos semanas más.

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