«Larry» es el gato de la calle Downing, famosa por la puerta de su número 10, enfocada a las cámaras de prensa y televisión y al absentista sol londinense. La puerta da entrada al gobierno de Gran Bretaña. «Larry» no pertenece a la casa ni a sus ocupantes. Es un gato callejero de la calle Downing, lo que le distingue en el imperio referencial de Isabel II.

«Larry» tiene fama de perezoso entre los británicos, lo que hace pensar que en la casa presidencial hay ratones y una basura nutricia. Perezoso es un adjetivo de explotadores y de militares, a los que es frecuente leer cosas como «el hombre propende a la pereza». Para combatir esa pereza, el ejército, la institución pensada para no tener que trabajar, exige botas impecables para ir a los barrizales, organiza marchas de ida y vuelta y toma colinas a un enemigo hipotético. Lo normal es que los seres vivos gasten sus energías en función de sus necesidades. El uso funcional de los gatos es que cacen ratones, pero las gaviotas han cambiado la costa por los basureros, las palomas pican más en nuestras terrazas que los turistas, los perros son menos solidarios entre ellos desde que son animales de compañía humana y los gatos comen lasaña desde que existe Garfield.

Además, a muchos adoptantes de gatos les parece inimaginable que su lindo gatito pueda cazar un roedor, desgarrarlo con sus zarpas, masticar su carne cruda y sus huesos de palillo y comer un bocado sangriento cuando tiene una bolsa llena de bolas que le compran en el supermercado un par de lineales más allá de los potitos infantiles y de la leche maternizada.

Theresa May envidia a «Larry», el ser vivo que mejor vive en la calle Downing. Por vivir donde «Larry» hay media docena de candidatos con el instinto cazador alerta y la dieta carroñera que haga falta.