Domingo electoral, domingo de promoción. La vuelta de las generales, la ida de los cuartos de promoción. Alicante votaba con un ojo puesto en el País Vasco, en tierras lejanas, en feudos nacionalistas, en terrenos de juego otrora perennemente embarrados. Pendiente de lo que ocurría en Lasesarre, pendiente de lo que ocurría en las urnas. Alicante se vestía de azul, el Hércules de blanco. La ciudad confiaba su gobernanza al alcalde Barcala, la ciudad otorga su confianza al equipo casi centenario que tiró de oficio para intentar acabar la primera faena en el Rico Pérez, el día 2 de junio si la autoridad no lo impide y el tiempo lo permite, y parece que ambos están por la labor.

En Barakaldo, tierra de gentes importantes del fútbol, como el que fuera seleccionador Clemente, y Núñez, expresidente blaugrana, o de la política como Nicolás Redondo, gran sindicalista que se quedó a las puertas de dirigir aquel PSOE entre la clandestinidad y la transición, o como el marino Zubieta que diera la vuelta al mundo acompañando a Elcano, dio el Hércules una lección de lo que debe tener un equipo para optar a superar este largo camino de promoción: oficio. Trabajar sin desmayo, confiar tanto en el físico como en el juego a desplegar, ordenarse atrás y delante. Nunca tirar la toalla ante la adversidad de ir por detrás gran parte del encuentro, buscando con insistencia el empate, marcar en campo contrario, vital para ver la vuelta con cierta tranquilidad. Nunca desde la supuesta superioridad. Nunca parados, sin despertar, sin espíritu de remontada, viendo cómo los minutos jugaban a favor del rival como les ha ocurrido a Messi y los suyos, tras ganar con suficiencia la Liga y tirar Copa y Champions. Los favoritos no siempre ganan, la promoción está llena de ejemplos, los primeros resultados así lo atestiguan.

Huele la propiedad a popular tal cual la nueva corporación. El máximo accionista, pues con ellos se hizo más que famoso y a ellos contribuyó con su patrimonio, el presidente que no lo oculta con su cargo en la directiva de los de la gaviota, y el vasco suspirando por recoger la mies más pronto que tarde y sin votarse a sí mismo porque por ahora no puede. Todo confluye para que las cosas vuelvan a ir bien entre amigos y conocidos, con Portillo de testigo, para darle algo de olor a hierba, aroma a balompié. La familia herculana, diversa y transversal, se une en el azul y blanco de sus colores, los de Alicante.