Dicen que Pedro Sánchez ha ganado las elecciones celebradas el pasado domingo 26 de mayo. Dicen que, casi un año después, ha logrado consolidar al PSOE como primera fuerza política española. Dicen que Pablo Casado, cual ave fénix, resurgió de sus cenizas salvando su liderazgo en el PP ante la posibilidad de hacer doblete en el gobierno de Madrid. Dicen que Albert Rivera, y su Ciudadanos, no consigue ganar ninguna posición de gobierno importante. Su papel queda relegado a una triste «muleta» de los populares y cómo no, de rebote también ayudarán a caminar al recién llegado partido ultraderechista. Dicen que Santiago Abascal junto a Vox se desinfla, que su único logro queda supeditado a condicionar los futuros pactos de gobierno en la capital madrileña, pactos, que ya avisan, no serán gratuitos. Dicen que Unidas Podemos y Pablo Iglesias son los derrotados en estas últimas elecciones. Iglesias y los suyos han tenido que ver y sufrir cómo lo poco o mucho que ganaron el 28 de abril lo dilapidaban la noche del domingo 26 de mayo. Las urnas los han alejado de cualquier forma de poder en muchas alcaldías y comunidades y ninguna carta de dimisión por parte de su secretario general.

Y digo yo: efectivamente el Partido Socialista ganó las elecciones; las elecciones europeas. Pero en clave nacional pierde en Madrid y en Barcelona. También es derrotado en Zaragoza, Valencia y Bilbao. Y aunque los socialistas son la lista más votada en 29 de las 54 capitales de provincia, solo podría gobernar en 5. En las 24 capitales restantes serían oposición ante los posibles pactos entre partidos de derecha y de extrema derecha. Los socialistas han sufrido derrotas menos amargas que esta subjetiva victoria. Por eso no alcanzo a entender por qué algunos socialistas se alegran del hundimiento del único aliado que tiene a la izquierda, el de Unidas Podemos. Al igual que tampoco consigo comprender por qué también algunos socialistas se sienten orgullosos de ganar el centro del tablero político español, permitiendo a Sánchez y a los suyos que vuelva a coquetear, otra vez, con Ciudadanos.

Y digo yo: ¿A qué viene la alegría en las puertas de Génova de Casado y sus allegados; allegados que en sus bolsillos escondían «las púas para el ataúd» del secretario general del PP? Bien entrada la noche del 29, al enterarse de la posibilidad de gobernar en todo Madrid, rápidamente borraron cualquier rastro de un funeral anunciado, para salir a la calle con la mejor de sus sonrisas. Poco o nada les importa que para gobernar en la capital tengan que negociar con «una copia del propio PP», Ciudadanos, y con Vox, al que el propio Casado catalogó de extrema derecha. Y digo yo que ahora el IBEX 35 y la «caverna mediática», a la que por cierto se suman autores, políticos y columnistas de izquierdas, también arremeterán contra PP y Ciudadanos ante la posibilidad de que puedan llegar a pactar con los ultras de Vox, al igual que le arrearon a Sánchez ante la posibilidad de pactar con los populistas de Podemos.

Digo yo que a ver si Rivera es fiel a sus palabras y defiende con el mismo ímpetu las palabras que voceaba en sus mítines cuando juraba y perjuraba que jamás pactaría con PSOE y Podemos y las que le dijo a Ana Pastor: «No quiero un gobierno con Vox, hay cosas que ha dicho que no me gustan un pelo». El presidente de Ciudadanos nada rehén de sus palabras y habituado a «donde dije digo, digo Diego» algo tendrá que hacer; aunque eso dependa de lo que haya desayunado esa mañana y del color de su camisa; hacer, tendrá que hacer algo.

Desde que el 15 de febrero de 2019, cuando Pedro Sánchez convocó elecciones generales, llevamos cinco meses, más de 20 semanas, 150 días, alrededor de 3.600 horas en campaña electoral y, por fin, han bajado el telón, se acabó la función. Ahora es el momento de los hombres y mujeres de Estado, mujeres y hombres que se dediquen a gobernar y dejar gobernar, que alguno habrá. Y digo yo que a ser posible nos dejen en paz hasta dentro de cuatro años. Para entonces los protagonistas, los cabezas de listas volverán entre bambalinas, se levantará el telón y como cantaba Queen: The show must go on / El espectáculo debe continuar».