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El burro y el elefante

Michel Pastoureau, un historiador que ha entretenido a muchos lectores con distintas interpretaciones literarias de los colores y las imágenes, ha escrito un curioso libro sobre los animales que ahora vez la luz gracias a Periférica. Se titula "Animales célebres" y nadie tendrá la sensación de haber perdido el tiempo acercándose a sus páginas.

Por ellas desfilan desde el rinoceronte de Durero al fox terrier de Tintín, el zorro Renart, el cerdo regicida, los jabalíes de Obelix, la loba romana, los gansos del Capitolio; Nessie, el monstruo del Lago Ness; Laika, la perrra astronauta; el elefante de San Luis y el asno de Buridán, entre muchos otros ejemplares mitológicos y legendarios de la fauna. Los animales han sido elegidos en diversas circunstancias como símbolos de las ideas de los hombres, aunque a veces el significado de la elección nos pueda resultar algo chocante.

El Partido Demócrata, en Estados Unidos, eligió a un burro que, como el asno de Buridán, se asocia a la estupidez y a la ignorancia pero lo hizo gracias a que Andrew Jackson, uno de sus candidatos, era poco inteligente y muy tozudo. Los republicanos, para distinguirse de sus adversarios, escogieron el elefante, que se distingue por sus luces y sumisión. Con motivo de su visita a España, Eisenhower recibió como regalo del Gobierno español un burro garañón de buena raza.

El presidente de Estados Unidos se echó a reír y preguntó al embajador Areilza si era cierto que las mulas de Virginia y Maryland descendían de los asnos con los que Carlos III había obsequiado a Washington. Siendo como era republicano, no se calló: -Sabrá que este animal es el símbolo de Partido Demócrata. Y Areilza, rápido, respondió: -Señor presidente, en España no tenemos elefantes. La anécdota merecería haberla incluido Pastoureau.

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