Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sin permiso

Morir por la revolución

Vuelve la matraca anti-donaciones del sanedrín de Podemos. El dislate cometido por Isabel Serra, candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, reitera la cansina hostilidad de su partido frente a todo cuanto no disponga de su beneplácito. Hace ahora dos años que mostraron una obstinada oposición a que la Fundación Amancio Ortega donara 320 millones de euros, destinados a mejorar las instalaciones oncológicas de los hospitales públicos españoles. Ya entonces dejaron entrever que eran tontos de remate o mala gente de cojones. Hoy, a fuerza de insistir, seguimos con la misma interrogante. Sean tontos o malos, la cuestión es que poco beneficio aporta su patológico radicalismo. Porque si de esta tropa dependiera, aquí acabamos todos revolucionarios, pero también jodidos. Muy jodidos.

A decir verdad, la pequeña de las hermanas Serra lleva parte de razón. «La sanidad es un derecho que debe garantizarse todos los días», dice. ¡Faltaría más! Añade que el sistema sanitario no debe depender de cómo se levante cada día el rico de turno. Por supuesto, doña Isa. Ahí muerdo a quien le lleve la contraria. Ahora bien, eso de que la sanidad pública no pueda aceptar donaciones del dueño de Inditex -y sí, en cambio, de otros benefactores-, ya me dirá usted por qué diablos debe ser así. «Nunca más un país sin su gente», proclamaba Pablo Iglesias cuando tomó posesión de su escaño en la anterior legislatura. Tres años después, se arrogan el derecho a decidir qué es lo mejor para tratar el cáncer en este país. Una vez han tocado el cielo, se adhieren al «todo por el pueblo, pero sin el pueblo» característico del despotismo ilustrado. Habrá que aceptar que esta izquierda, radical y casposa, es así: antes morir que aceptar la ayuda del capital. Lo de morir, obviamente, solo es de aplicación a la plebe, porque los líderes quedan exentos de esas banalidades. Igual que en Venezuela, por mucho que a algunos les disguste la reiterada comparación. Vaya panda.

Como no podía ser de otra manera, a la candidata de Podemos la han puesto a caer de un burro. De poco le ha servido que Pablo Iglesias salga al quite para refrendar semejante barbaridad. El mesías de la nueva casta se despachó afirmando que una «democracia digna» no acepta limosnas de multimillonarios. Claro que no deberían necesitarse estas donaciones -que no limosnas-, pero bienvenidas sean. Por cierto, hace un par de años ya soltó la misma arenga para criticar lo que entonces consideraba como «una limosna de millonario generoso con la sanidad de los pobres». ¿De pobres? Curiosa manera de considerar a la sanidad pública. Supongo que, después de eliminar a todo el directorio podemita, Iglesias se va quedando sin gente que le renueve el discurso. Pues nada, a repetir el sermón.

Las declaraciones de la candidata madrileña no han sentado nada bien a quienes sufren este tipo de enfermedades. Tampoco, como es obvio, a los profesionales que les atienden. No es serio jugar con estas cosas. Las donaciones de Ortega han conseguido duplicar el número de equipos oncológicos disponibles en este país. Y, lo que es más importante, permiten dar un salto cualitativo al incorporar muchos de última tecnología. No crean que andábamos tan sobrados de estos aparatos porque parece que los equipos actuales eran pocos y un tanto desfasados. Pero a los de Iglesias debe parecerles mal que un señor rico -de narices, eso sí- saque los colores a esta digna democracia. Ahí les duele.

Liándola a golpe de tuit, a Isabel Serra no se la he ocurrido otra que justificar su oposición argumentando que la adquisición de estos equipos «provoca desigualdades y enfermedades y pacientes de primera y segunda clase». En otros términos, tratar el cáncer es discriminatorio para los españoles. Pues vale, cerebrito. Para rizar el rizo, a la moza le parece injusto que Ortega haya puesto la condición de que su dinero se destine a estos fines. ¿En qué debería gastárselo? ¿En destrozar cajeros o apoyar a okupas? Insisto en que duele -y mucho- que, con su gesto, el gallego ponga en evidencia las carencias de lo más básico: el cuidado de la salud. En respuesta a tal atrevimiento, Serra ha seguido dando la murga con lo muy poco que paga Inditex al fisco. Pues sí, nada menos que 1.700 millones al año, pero todo vale a la hora de culpabilizar a los ricos de las carencias del sistema. Si tiene que pagar más, que pague. Ortega y todos, porque en España la picaresca fiscal no es patrimonio exclusivo de los que más tienen. Y es que unos impuestos más justos no son incompatibles con las donaciones altruistas. Todo queda en la pataleta de una niña bien que juega a revolucionaria de salón. Lo jodido es que también aspira a gobernar una Comunidad Autónoma. ¡Cómo está el patio!

Les decía que el asunto ya es reiterativo y eso es lo que realmente extraña. Conociendo el fiasco cosechado hace dos años con el mismo tema, ¿valía la pena insistir? Parece que sí y tengan por seguro que, el argumento utilizado, nada tiene que ver con el objetivo que se pretende conseguir. La realidad es que, en la Villa y Corte, a Isabel Serra no la conoce ni el Tato. Y no porque la chica no lo valga, aunque tampoco se le conoce oficio ni beneficio que le avale. La cuestión es que lo tiene crudo y eso de darle caña al sexto tipo más rico del planeta, debe quedar bien en el curriculum. Cuando menos, consigue el impacto mediático que no le aportan sus limitadas propuestas programáticas.

Madrid pesa mucho, más aún cuando allí se dirime una batalla fratricida, en el sentido más literal de la palabra. Pablo Iglesias no tiene mejor apuesta frente al equipo de «exiliados» podemitas que lideran Íñigo Errejón -por cierto, partidario de la donación de Amancio Ortega- y su lugarteniente, Clara Serra, hermana de la lenguaraz candidata. Añadan ustedes a la despechada Tania Sánchez y a un Luis Alegre que, desde un simbólico último puesto en la lista autonómica, apoya el órdago de los purgados contra el macho alfa de la manada. Tarea difícil para la bisoña Isa, que no está como para desaprovechar cualquier ocasión de llamar la atención del populacho. Poco importa que sea a fuerza de memeces, como es el caso.

En sus tuits, Isabel Serra considera que la salud y la vida están en juego. Razón lleva, pero aplíquese el cuento porque no son tiempos de morir por la revolución. Cuando menos, así no.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats