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Ieoh Ming Pei, más que su icono

Belleza con economía de materiales, el principio rector del arquitecto de la pirámide del Louvre

"La arquitectura es simplemente el juego de las masas externas y del espacio interior. Hay infinitas posibilidades. Pero la solución debe satisfacer un uso". La frase condensa la reflexión del recién fallecido Ieoh Ming Pei sobre su trabajo. La pirámide para abrir un nuevo acceso al museo del Louvre fue su obra más icónica, la cara conocida de un amplio recorrido. Tras formarse como ingeniero, Pei completó su formación arquitectónica en el Harvard de los recién llegados Gropius y Breuer, dónde conoce a Philip Johnson y a Paul Rudolph. Pei, como Johnson, hizo su casa de cristal para pasar los fines de semana en Katonah, pero a este gran arquitecto lo recordaremos por sus grandes museos, (catedrales de la democracia las llamó su biógrafo Bruno Suner) y por sus torres. Museos que hizo con éxito importante desde el temprano de Syracusa, pasando por la National Gallery de Washington, Boston, Louvre y como final el Museo de Arte Islámico de Doha (Catar). Mi primer encuentro con su obra fue cuando tenía 16 años. Estaba con una familia de Virginia y un día Mr. Rehanek me llevó a ver el Mall de Washington. La impresión que me produjo la ampliación de la National Gallery fue increíble. Además había una exposición sobre El Greco of Toledo, cuadros de Miró, Picasso.

Todo aquello me llenaba de orgullo y no podía pensar en un contenedor mejor. Aquella geometría, aquel edificio sin frontones ni columnas, como se veían en tantos edificios de la capital norteamericana, lo hacía sin duda un edificio imponente, importante, increíble. Volví otra vez hace veinte años y siguió pareciéndome magistral. Pei consique belleza con la economía de materiales: el hormigón, el vidrio y la piedra (que aquí obligó a abrir una cantera cerrada ya para extraer la misma del edificio clásico de la National Gallery). Unida a la geometría, esa belleza se convierte en intemporal, fuera de modas, transmite la fascinación que nos produce una roca de cuarzo. Los volúmenes limpios, el patio interior con las cristaleras superiores inundándolo de luz es magnífico. Cerca de la entrada ya aparecían unas pequeñas pirámides de cristal, como un anticipo de lo que luego sería su obra más famosa en Europa: la pirámide del Louvre.

Cuando fui a París por primera vez, el Centro Pompidou era la novedad y la ciudad bullía. Estuve dos días enteros dentro del Louvre. Recuerdo, me siguen impresionando, aquellas esculturas egipcias que son como cubos de granito y al bajar para verlas se oían las perforadoras de la obra de Pei que daban una sensación de catacumba. Las excavaciones tenían como objetivo abrir el espacio en el gran patio para alojar su ampliación que se coronaría con la famosa pirámide. Agua en París rodea el gran lucernario y precioso en su relación con el agua también el de Des Moines en Iowa. El museo de Doha, tremendo, trata de absorber estéticas árabes y quizá en el interior es menos elegante, más abigarrado, con piedra dorada de Borgoña a la que tanto recurría. El museo abrió en 2008 cuando Pei ya pasaba los noventa. Levantó torres increíbles, como la de Singapur (1970-76), que inspiró de forma visible a Foster en Madrid. La torre del Banco de China en Hong Kong, se va triangulando exteriormente, una geometría que es a la vez estructura e imagen del edificio. Más tempranas que éstas, figuran las torres de viviendas, las tres de la University Plaza de Nueva York. Construyó también el consistorio de Dallas con la fachada inclinada hacia adentro. Reflexión mundana final: Philip Johnson murió a los 99, Kevin Roche hace unas semanas con 96, Niemeyer cuando iba a cumplir los 105 y ahora Pei con 102; la vida de los Pritzker es larga.

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