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Tomás Mayoral

Impuestos y compasión

En un pequeño ensayo anotaba Chesterton, a propósito de un debate sobre los vicios virtudes capitales, que lo más frecuente es que se las citaran una y otra vez sin conocer su contenido. “Llevan tantos siglos en casa”, explicaba, “que como ocurre con viejos parientes ya ni recordamos como es la verdadera cara de la avaricia, la gula o la caridad”. Creo que más adelante ponía a modo de ejemplo, precisamente, que para algunos teólogos la caridad se practica con quien no merece reparación. Aquellos que la merecen no reciben caridad, sino justicia.

Los publicistas de Podemos - su máximo director de orquesta es el propio secretario general, Pablo Iglesias - han creído encontrar un filón propagandístico en los cientos de millones de euros en tecnología oncológica que Amancio Ortega ha donado a la sanidad pública española. Los podemitas son maravillosamente eficaces a la hora de resolver problemas inexistentes a partir de una incesante apelación a la indignación moral. Jamás se cansan de encolerizarse hasta la médula y exigen el instantáneo derribo ético del motivo de su sagrada ira. Y si después de ser estigmatizado en redes durante varias horas y días todavía puede articular palabra que el muy canalla pida perdón. Pero que pida perdón todo el mundo. En la Rusia de Stalin - la verdad es que no sé por qué me ha venido Stalin a la cabeza - la persecución criminal contra Trosky llevó a liquidar a compañeros, amigos, familiares y vecinos del creador del Ejército Rojo. Bastaba con que te hubieras tomado una copa con Trosky para que veinte años después te enchironasen. Aquí la grey morada aplica un mecanismo parecido. El culpable debe pedir perdón. Y el que estaba al lado. Y el otro, que no dijo nada. Y el de más allá que se hizo el sordo. Y ese cabrón también, que tiene pinta de votar al PP. Todos. Venga, con brío, que se escuche bien. Pidan perdón.

La cuestión no es si Amancio Ortega y su conglomerado empresarial deben pagar más impuestos. Es evidente que Inditex -vamos a simplificarlo así - se aprovecha técnicamente de sus características como empresa multinacional tanto para perpetuar y extender relaciones laborales muy ventajosas -salarios bajos y jornadas de doce horas de trabajo en Turquía o la India— como para conseguir la tributación fiscal más favorable posible. Pero no existe ninguna prueba evidente o indicio sólido de que Ortega y sus empresas incumplan la legislación fiscal española: el año pasado pagó más de 1.700 millones de euros al Ministerio de Hacienda. En todo caso, si las estratagemas del ejército de abogados fiscalistas de Inditex son -digamos -excesivamente eficientes, lo que corresponde es modificar la legislación fiscal en España y en la UE, no eliminar con chillones gestos de dignidad herida los mecenazgos. La cuestión es que puede y debe ser compatible la exigencia de una reforma tributaria española (en el marco de una armonización fiscal europea) con las donaciones de una fundación filantrópica que acortarán sufrimientos, terrores y agonías.

La caridad no es una miserable excrecencia ideológica. La caridad se enraíza en la compasión y somos compasivos por mero instinto de conservación: porque intuimos con certeza que solo participando empáticamente en el dolor del otro hallamos algún alivio en el dolor propio. Contraponer la compasión a un sistema fiscal más progresivo es simplemente una forma muy estúpida de practicar la hipocresía.

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