No, en absoluto es que la propiedad este empeñada en dar a conocer las bondades de la empresa cara a una posible venta obteniendo el máximo de beneficios. Ni mucho menos, el Hércules ha alcanzado, como era su obligación, uno de los puestos que dan derecho a la promoción de ascenso. De esa promoción hablamos, la que permite ascender a una categoría superior. Bella palabra promoción, preferible al anglicismo que se viene imponiendo en charlas y medios de comunicación, empeñados en menospreciar nuestro universal idioma, como es «play-off», que llevado al absurdo, oído en una radio de alcance nacional, se cambia por «play-out», para la promoción de descenso a Tercera. Más tontería imposible.

Por derecho propio, por sus escasísimos goles en contra, por la gran actuación de Falcón, ve ensayando caminar de rodillas, y por el sistema «cholista» de Planagumá, el Hércules ha terminado el campeonato liguero en segunda posición, desde la que ascendiera la última vez que la ocupara. Otro detalle importante para encarar los seis partidos con cierto optimismo, en la esperanza y confianza de que se llegue a disputar la final con olor a pólvora y pavesas volando por el cielo alicantino, es que por vez primera se mantiene al mismo entrenador en esta última etapa en la maldita segunda B. Estamos en promoción. Ya huele, ya se palpa en la ciudad, aunque se distorsione el ambiente festivo con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina, ya se preparan las peñas para animar y acompañar en los desplazamientos al equipo. Como en otras ocasiones, como en años anteriores, como en aquella lejana vez que llevara al Hércules por vez primera a la primera división en 1935. Campeones en nuestro grupo de segunda, ante equipos como Elche, Murcia o Levante, hicimos lo propio en la liguilla final ante Osasuna, Celta o Valladolid.

Este lunes se dio el pistoletazo de salida. Cada equipo en su parrilla, cada nombre dentro de la bola correspondiente. Segundos contra cuartos, como bien decía en su crónica Ramón Pérez, un filial de quilates, un norteño clásico y una entidad renacida eran los que buscaban rival entre los segundos. Nos cruzamos con el norteño, el Barakaldo, los aurinegros de Lasesarre.

Visten como el Peñarol de Montevideo, pero poco tiene que ver con el preciosista juego que practican los platenses. Menos duchos en el manejo del balón pero con la regularidad en el juego que les ha llevado a clasificarse sin demasiados agobios. Normalmente terminan en posiciones cabeceras, consiguiendo en dos ocasiones el título de campeones absolutos de la división de bronce. A Barakaldo hemos de ir.