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Más humillación para los palestinos

¿Qué nueva humillación le está reservada al pueblo palestino? ¿Qué próxima afrenta le prepara el yerno del presidente Donald Trump, Jared Kushner, con el supuesto plan de paz en el que lleva dos años trabajando?

¿Qué espera a ese pueblo el próximo mes, cuando se dé a conocer finalmente el plan norteamericano, de parte de quienes, para decirlo con Oscar Wilde conocen el precio de todo y el valor de nada?

Por lo que han adelantado ya el propio Kushner y algunos medios estadounidenses, Estados Unidos pretende que los palestinos renuncien, a cambio de miles de millones de dólares en inversiones, al Estado propio al que tienen derecho. ¡Como si esa renuncia pudiese comprarse con dinero!

Dinero que con seguridad no será de EEUU sino de sus riquísimos y despóticos aliados del Golfo, entre ellos la feudal Arabia Saudí, exportadora, como se sabe, de la corriente más ortodoxa, y fanática, del islam.

Será sin duda un nuevo varapalo que no hará sino aumentar la desesperación, la frustración y la justa ira de ese pueblo, abandonado por todos, incluidos muchos gobiernos árabes que le han venido manifestando su apoyo sólo de boquilla.

Desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, todo han sido reveses para los palestinos: reconocimiento por EEUU de Jerusalén como capital del Estado judío, traslado allí de su embajada, suspensión de la ayuda norteamericana a Gaza y Cisjordania.

Medidas, todas ellas, concordantes con la conocida práctica de la superpotencia de asfixiar económicamente a los países que se le resisten para torcerles el brazo.

Pero difícilmente van a conseguir Trump y los halcones, amigos de Israel y de los déspotas saudíes, que le asesoran que los palestinos doblen el espinazo, sino que aumentará sólo su rabia: la soberanía y la dignidad nacional no se venden por un puñado de petrodólares.

Las circunstancias son, sin embargo, cada vez más adversas para ese infeliz pueblo. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos tienen como prioridad contener a Irán e impedir que siga creciendo- por culpa, hay que decir, de los errores y las guerras de EEUU- la media luna chií.

En esa obsesión, ambos Estados sunitas coinciden tanto con Israel como con los halcones de la Casa Blanca: el secretario de Estado, Mike Pompeo, y, sobre todo, el consejero de seguridad nacional, John Bolton, obsesionados con provocar un cambio de régimen en Teherán como ya se logró en Irak, con los resultados catastróficos que sabemos.

Los EEUU de Trump no han parado mientras tanto de hacer concesiones a otro enemigo de Irán, el Gobierno ultra del israelí Benjamín Netanyahu, que sigue consecuente con su política de hechos consumados para imposibilitar cualquier solución basada en un Estado propio palestino.

Con Netanyahu, Israel se acerca cada vez a la falsa solución de un único Estado judío en el que los palestinos quedarían para siempre como ciudadanos de segunda clase. ¿En qué se diferenciaría entonces de la denostada Suráfrica del apartheid?

Y mientras tanto, ¿qué hace la Unión Europea? Asistir desde la barrera a los abusos que allí se cometen aunque tratando de paliar al menos sus peores consecuencias a base de generosa ayuda económica, pero sin poder influir mínimamente en lo que allí sucede.

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