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Cheever en Mallorca

No sabía que John Cheever hubiera estado en Mallorca, pero el otro día, leyendo sus diarios, me encontré con una referencia a Mallorca que me puso sobre la pista. Investigando un poco, descubrí que Cheever había pasado el verano de 1969 en Deià, más exactamente en Can Quet (ese dato venía en el libro de William Graves "Bajo la sombra del olivo"), y luego encontré más información en el libro que la propia hija de Cheever -Susan Cheever- escribió sobre los años de su vida en familia. Cada vez que publicaba una novela, John Cheever sentía un ataque de pánico -le aterrorizaban las críticas-, así que metía a toda su familia en un trasatlántico y se iban a pasar una larga temporada en Europa. A comienzos del verano de 1969, Cheever publicó la novela "Bullet Park", y en vez de elegir Roma o Irlanda -otros destinos habituales de sus escapadas editoriales-, aquel año eligió Mallorca. Seguramente fue porque su hija y su marido estaban veraneando en la isla, pero el caso es que Cheever y su mujer llegaron el 22 de julio. Cheever acababa de cobrar el adelanto de su novela y decidió viajar a lo grande. Invirtió 10.000 dólares en el viaje (un dineral para la época) y viajó en primera clase. Al año siguiente, como ocurría en su vida, se terminó el dinero y los Cheever volvieron a ser pobres que fingían ser ricos.

Cuando estuvo en Mallorca, Cheever tenía 57 años. Por lo que contó su hija en el libro de recuerdos, aquella época fue una de las peores de su vida. Las peleas con su mujer -la estoica Mary- eran constantes, el consumo de alcohol no paraba nunca y Cheever se había internado en un proceso autodestructivo (su hijo menor tenía que pegarle para sacarlo de sus estupor y lograr que se pusiera a trabajar en vez de ir vaciando todas las botellas de ginebra que se encontraba en la casa). Por aquellos años, Cheever ya había reconocido, tras muchos años de represión y de ocultamiento (ante los demás y ante sí mismo), su verdadera pulsión homosexual. Pero haber salido del armario, aunque sólo fuera ante sí mismo y algunos de sus conocidos, no le privaba de vivir un infierno interior. En sus peores momentos, Cheever le tenía que suplicar a su hijo pequeño que le escondiera el alcohol, pero al cabo de una hora o dos de desesperación, le pedía a su hijo que le fuera a buscar la botella que acababa de esconderle. Por lo que cuenta la hija de Cheever, el escritor que llegó a Mallorca en 1969 tenía el rostro abotargado típico de los alcohólicos y cojeaba a causa de una caída que había tenido esquiando. En Mallorca, la tensión que vivía con su mujer se hizo intolerable ("maldisposta", escribía Cheever en su diario) y Mary Cheever cogió un avión y se largó a Roma. Cheever se quedó solo en Can Quet.

Hay una carta que ha dejado constancia de lo que Cheever hizo en Deià. "El vino cuesta nueve céntimos la botella y la pensión completa menos de tres dólares al día", escribía Cheever. A pesar de la cojera, el escritor daba largos paseos "entre olivos y limoneros hasta el mar. La costa es rocosa y el agua tan transparente como el aire". En el chiringuito de Can Lluc (aunque Cheever no lo cita por el nombre), Cheever jugaba al ajedrez y bebía tónica con ginebra. Por la tarde iba a darse un baño "a una cueva cercana donde se baja al mar por una larga escalera". Quizá se refería al lugar que usaba Robert Graves para darse sus baños y que quizá le había recomendado el propio Graves, aunque no tengo constancia de que Cheever y Graves llegaran a conocerse.

Pero sí había una conexión con Graves a través de una universidad americana que había organizado unos cursos en Deià que llevaban el nombre de Instituto del Mediterráneo (y de los que se encargaba el hijo mayor de Graves, William). Googleando, me he encontrado una crónica del "ABC" escrita por un jovencísimo Sebastià Verd (que hizo casi toda su carrera en el "Diario de Mallorca") en la que daba cuenta de la inauguración de los cursos y del discurso de Robert Graves, quien "recordó en su dificultoso castellano que fue aquí, en Miramar, donde un mallorquín construyó el primer "computer" conocido, y precisamente para demostrar la superioridad humana sobre la máquina, destinó el "computer" a la enseñanza de lenguas orientales". Así cerraba su crónica Sebastià Verd de aquel lejano día de 1969. Cheever aparecía citado en la crónica como uno de los escritores que iban a participar en los cursos con intervenciones y conferencias, pero no he podido averiguar nada más de aquella estancia en Deià. En 1969, Cheever ya había escrito "El nadador", su cuento más famoso, pero me pregunto cómo habría sido ese cuento si en vez de escribirlo en Ossining, al borde del río Hudson, lo hubiera imaginado en Mallorca, con el Mediterráneo al fondo en vez de las tristes piscinas suburbiales de Bullet Park.

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