Leer en INFORMACIÓN que los árboles en la puerta de los juzgados de Benalúa llevaban 30 años sin podar me produce una sensación inexplicable. Aunque intentaré decir algo al respecto. Porque en Benalúa, el barrio donde se encuentran esos juzgados, se podan los árboles de sus calles cada tres o cuatro veces ¡al año!, para reducirlos a un simple tronco con un pobre muñón de ramas, que ni proporcionan sombra en la canícula veraniega, ni son benéficas purificadoras del ambiente. Incluso los operarios contratados por el Ayuntamiento que están realizando estos días una nueva poda en los árboles benaluenses, me dicen que no tiene sentido y que los árboles de los juzgados dependen de la Generalitat. Varias veces he denunciado infructuosamente este incomprensible arboricidio, en una ciudad que tan necesitada está de más y frondoso arbolado. Y cuando personalmente me quejé de esta lamentable y sorprendente actividad en la concejalía correspondiente, me dijeron que se hacía porque a los vecinos y a los comerciantes les molestan las ramas, ya que se meten en las ventanas o les tapan los carteles.

Pero, siendo vecino de Benalúa, donde está mi hogar y mi despacho en dos calles diferentes y teniendo mi familia allí comercio en otra, no conozco a nadie que sea de esa opinión. Y si los hubiera, ¿cuántos son?, ¿cómo puede primar la opinión de unos cuantos sobre el provecho de la mayoría?, ¿es esta una actitud casi de prevaricación? En todo caso, pódense solo las ramas más cercanas a las fachadas, procurando mantener las que en el bochorno estival darían sombra y frescor a las calles de uno de los pocos barrios alicantinos con árboles.

Benalúa surgió en 1883 con la intención de evitar el tortuoso y estrecho trazado del antiguo casco urbano de Alicante, diseñándose con nuevos criterios urbanísticos e higienistas que ayudaran a erradicar las numerosas epidemias que había padecido la ciudad a lo largo de su historia. Para ello se constituyó la Sociedad Anónima de los Diez Amigos, integrada por miembros de la burguesía local y bajo la presidencia de honor del excelentísimo señor don José Carlos de Aguilera y Aguilera, Marqués de Benalúa, que dio nombre al nuevo enclave, proyectado por el ilustre arquitecto alicantino José Guardiola Picó según las características inspiradoras, por ejemplo, del Plan Cerdá para el Ensanche de Barcelona. Aquí, se configuraba en la zona sobre el altiplano que desciende en rápida pendiente hacia la ensenada de Babel, considerando su mayor exposición a las brisas marinas, una densidad de población relativamente baja y con creación de zonas de arbolado, como refleja en su totalidad el trazado del viario, formado por calles amplias y soleadas, orientando al este-oeste las manzanas de las casas que ofrecen sus fachadas más largas, las que pueden ofrecer mayor número de viviendas, proyectándose la construcción de 208 casas configuradas en manzanas perfectamente rectangulares, de 100 metros de lado en dirección norte-sur, por 40 metros en su sentido perpendicular, con esquinas achaflanadas de cinco metros, orladas de amplias aceras. Cada manzana constaba de 22 casas idénticas de dos plantas, teniendo las plantas bajas un patio adosado a su parte posterior. Las calles perpendiculares al mar, de 15 metros de anchura, estaban provistas de pinos, acacias y eucaliptos, mientras que las transversales, las orientadas al este-oeste, de 10 metros de anchura, no tienen arbolado. En el centro geométrico de la retícula toda una manzana se destinó a plaza ajardinada, reservándose además suelo para iglesia, escuela y mercado, contando también con un teatro y un casino. Así, el barrio de Benalúa, en su conjunto, resultaba ser una de las zonas mejor dotadas de la ciudad, con cuyo centro estaba unida por una línea de tranvía y gozando desde 1888 de alumbrado público a gas.

En la actualidad Benalúa, por el contrario, es una de las zonas más desasistidas de servicios públicos, porque ha multiplicado su población considerablemente pero no las dotaciones que, en su momento, tan minuciosamente se estudiaron, siendo por ello disponer del abandonado Asilo una de las reivindicaciones más preferentes de los vecinos. Y los árboles de sus calles no son símbolo de vida, sino tristes muñones que ni dan sombra, ni procuran alivio estival, ni sirven para purificar la atmósfera, por una maligna decisión de la concejalía de Atención Urbana.

Ojalá que las autoridades municipales que nos rijan a partir de las próximas elecciones recapaciten sobre ello, para que las calles de Benalúa no padezcan varias veces al año las drásticas podas de su arbolado, pues todo lo que hagamos por los árboles en nuestra ciudad es también un esfuerzo para que nuestra vida en ella sea mejor.