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Presidir el BCE o la Comisión Europea: un dilema alemán

Lleva tiempo el gobierno de Berlín persiguiendo la sucesión de Mario Draghi por un alemán al frente del Banco Central Europeo, pero esa ambición se interfiere con la de que otro alemán encabece la próxima Comisión Europea. Dos teutones a la cabeza de las dos instituciones más importantes de la UE es demasiado para cualquiera, por lo que, en el mejor de los casos, la mayor economía europea tendrá que contentarse con que al menos uno de ellos logre su ambición.

Berlín argumenta que ningún germano ha estado hasta ahora al frente del BCE, pero muchos opinan que lo que busca sobre todo Berlín con su candidato, el actual presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, es dar un giro a la política de dinero barato que ha venido aplicando Draghi.

Acusan al italiano sus detractores de que su política de bajos intereses ha hecho depreciarse los ahorros y seguros de vida de los ciudadanos del Norte -las industriosas hormigas frente a las alegres y despreocupadas cigarras del Sur- y dicen que urge volver a la disciplina característica del Bundesbank. Pero que el gobierno de la canciller Angela Merkel consiga colocar a su candidato al BCE no es tan fácil como podría parecer porque depende de quién ocupe finalmente la presidencia de la Comisión, a la que parte como favorito el cabeza de lista del Grupo Popular Europeo, Manfred Weber, de la CSU (Unión Cristianosocial bávara).

Es previsible que los Populares europeos consigan más votos que ningún otro grupo en las elecciones de finales de mes, con lo que Weber se perfila como el candidato con más posibilidades de suceder al luxemburgués Jean-Claude Juncker, pero ahí entran en juego las maniobras políticas.

Para Merkel, asegura el semanario Der Spiegel, colocar a un alemán al frente de la Comisión es de la máxima prioridad, pero el vicecanciller y ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, preferiría que un compatriota encabezase el Banco Central Europeo.

Para presidir la próxima Comisión cuenta Weber en principio con el apoyo de varios gobiernos, entre ellos el austriaco, el irlandés o el croata, pero, aunque el PPE sea, como se espera, la fuerza más votada, aquel necesitaría el favor de otros grupos, entre ellos el socialdemócrata.

Su candidatura tiene además un poderoso oponente, el presidente francés, Emmanuel Macron, para quien, salga lo que salga de las elecciones europeas, no tiene que ser necesariamente el cabeza del grupo más votado quien presida la Comisión pues puede haber otros candidatos más idóneos.

Para Berlín, un alemán debería estar en cualquier caso al frente de, al menos, una de las dos instituciones: si Weber no consigue la presidencia de la Comisión, Weidmann debería estar al frente del BCE pues su nombramiento sería una «clara señal de que habría una política monetaria seria y estable».

Weidmann no se ha cansado de criticar la política de compra de deuda pública y de empresas practicada por Draghi, política que, según los defensores del italiano, ha servido sobre todo para relajar la presión de los mercados sobre los países más endeudados y mantener la cohesión de la eurozona.

Parece, sin embargo, que de un tiempo a esta parte el banquero alemán ha suavizado algo sus críticas a Draghi y ha intentado mostrarse más comprensivo y tolerante de su gestión, tal vez en un intento de ganarse el favor de los gobiernos del sur.

Al final, todo dependerá en buena medida de las negociaciones entre Berlín y París: los franceses, que han tenido ya a un compatriota, Jean-Claude Trichet, al frente del BCE, podrían aceptar a Weidmann, aunque tienen sus propios candidatos, si logran que Weber no presida la Comisión.

Para el caso de que no haya acuerdo entre ambas capitales sobre quién debe presidir el BCE, hay candidatos de compromiso: entre ellos Der Spiegel cita a dos finlandeses, el actual presidente del banco central de su país, Olli Rehn, un duro en sus tiempos de comisario europeo de Asuntos Económicos, y su predecesor Erkki Liikanen.

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