Garrett Hardin, un ecólogo norteamericano, describió en 1968 lo que él llamó la Tragedia de los Comunes.

Por explicarlo brevemente, se trata de la situación creada en un bien común cuyo disfrute por parte de varios usuarios, de manera individual, puede ser puesto en peligro si estos no moderan su consumo al poder agotarse el bien debido al uso, inocente, pero persistente y creciente del mismo por parte de muchos beneficiarios.

Lo ilustra con el ejemplo de un prado al que varios pastores llevan a pastar su ganado. Los pastores observan que no pasa nada, aparentemente, si añaden unos pocos animales más a su rebaño, pues parece que sigue habiendo yerba suficiente. El problema surge cuando todos los pastores van haciendo lo mismo y llega un momento en que la yerba se agota y se acaba la comida para todos los animales.

La raíz del problema está en que cada pastor solo ve una parte del prado, no tiene una idea de conjunto y, por otro lado, piensa que «donde comen 10, comen 11 y no pasa nada».

Los antibióticos, a diferencia de cualquier otro medicamento, afectan a personas que no los usan. Hay un elemento común para todas las personas que es la eficacia de estos medicamentos para matar bacterias que producen enfermedad. Este bien común, la eficacia de los antibióticos, se puede ir viendo alterado, poco a poco, a medida que se usan estos pues casi de manera inevitable, cada vez que usamos antibióticos esa eficacia puede ir disminuyendo poco a poco debido a que las bacterias se vuelven resistentes frente a los antibióticos.

Hemos llegado a una situación en que muchos antibióticos han perdido su eficacia para matar bacterias y, por tanto, curar personas. Y ello se debe a que los utilizamos demasiado, los utilizamos mal (en dosis bajas y pocos días) o los utilizamos cuando no debemos (en infecciones por virus o en infecciones leves que se curarían solas).

Para solucionar el problema, deberíamos utilizarlos mejor. Y ello pasa por mejorar su uso, para lo cual en los centros sanitarios cada vez se usan mejor y se formulan Programas para la Optimización del Uso de Antibióticos (PROA). Pero también pasa por disminuir su uso hasta un nivel aceptable que no ponga en peligro la eficacia común. Sin embargo, las infecciones hay que tratarlas, y con antibióticos muchas veces. Por tanto, deberíamos buscar un nivel de uso máximo que permita curar a nuestros pacientes sin poner en peligro la potencia curativa de estos medicamentos. Este nivel es lo que llamamos «umbral». Se trata del umbral que, de traspasarse, daría acceso a la resistencia bacteriana como problema epidémico de Salud Pública.

El equipo internacional de investigación que lidero, el Thresholds Study Group en el que ya participan 70 investigadores de 17 países, ha aportado al conocimiento un procedimiento para calcular cuántos pacientes podríamos tratar, con cada antibiótico, sin que se resienta el bien común, la eficacia de los antibióticos en su conjunto. Si volviéramos al ejemplo de Hardin, se trataría de calcular cuántos animales puede llevar cada pastor al prado común sin que se agote la yerba, si se me permite la licencia literaria.