En los primeros días de este mes de mayo, se celebró en la Facultad Pluridisciplinar de Nador en Marruecos un Congreso Internacional titulado «Democracias emergentes y democracias en recesión». En aquel foro se expusieron los avances que en algunos países se llevan a cabo, aunque en ocasiones no pasen de tímidos intentos de apertura; de otra parte, se analizaron los retrocesos que se dan en muchos países, no pocas veces bajo el pretexto de proteger la paz social y la seguridad nacional. Por mi parte, en la intervención que llevé a cabo, planteé, tal como se me había solicitado, la perspectiva local. Para afianzar la democracia hemos de enraizarla en la localidad. En ese espacio se desarrolla esencialmente la vida del ciudadano y la Administración municipal, es aquella que este siente como más cercana. Se oyen algunas voces que propugnan la centralización del Estado con la excusa de su fortalecimiento cuando, por el contrario, la cercanía de la Administración al ciudadano lo fortalece.

No podemos negar que en nuestras sociedades se da una desafección, una degradación de la vida política; sin duda este desprestigio viene provocado intencionadamente por un sistema económico que descalifica sistemáticamente la gestión pública y, por ende, se desprestigia la política. Este desprestigio justifica la apropiación de los bienes públicos en beneficio del capital privado. La intención no es inocente. También es cierto que, a este alejamiento de la vida política, contribuyen las actitudes de no pocos cargos públicos que parecen vivir alejados de los problemas que preocupan a los ciudadanos, prueba de ello es el lenguaje empleado, solo entendible entre ellos. En las pasadas elecciones en nuestro país hemos tenido buenas pruebas de ello; en muchas ocasiones los mensajes estaban centrados en la vida misma de los partidos políticos, cuando no en los aspectos personales de los candidatos y ha habido una carencia de propuestas concretas para la sociedad y, entre estos silencios, ha destacado en los debates la ausencia de la política exterior y de nuestra dimensión europea. Es curioso que la cualidad más repetida acerca de los candidatos ha sido su fidelidad al líder y poco se ha hablado de su arraigo entre los electores.

Las elecciones municipales que tenemos ya a la vuelta de la esquina pueden ser una buena ocasión para que nos planteemos la revalorización de la vida política y ello depende en gran manera de la cercanía con los ciudadanos, de su proximidad. La localidad es el elemento esencial. La dignificación de la política dependerá de la concreción y cercanía de las propuestas. El lenguaje del municipio es el lenguaje de lo concreto; los inmigrantes no son un número abstracto, son unos vecinos con los que convivimos, al igual que las actuaciones municipales van encaminadas a la mejora del barrio, de la calle, de la plaza en la que nos encontramos. Son propuestas concretas y no puras especulaciones. La dignificación de la vida política debe partir de una actitud ética y la ética no es una pura teoría, es la concreción de nuestras convicciones, de nuestros ideales en las acciones posibles. Debemos exigir a los candidatos que planteen temas concretos; lo concreto une, lo abstracto separa. Y se trata de promover la convivencia entre la gente. El nombre que reciben los moradores del municipio es el de vecinos, es decir el cercano y se ha de llevar a cabo una política de vecindad, de cercanía entre los vecinos del municipio y extender la vecindad entre los pueblos. No se trata de afianzarse en el localismo; lo más universal es lo local.

Las ciudades no se definen por las fronteras, eso pertenece a los estados; lo emblemático de nuestras ciudades, sobre todo las mediterráneas son las plazas, lugares de encuentro de las gentes. Una ciudad, decía la escritora y política María Aurelia Campmany, es un espejo en el que se puede contemplar el universo.

El hecho de que coincidan las elecciones locales con las europeas es una buena ocasión para ver a Europa como vecina, cercana. Frente a la idea que se tiene que Europa nos queda muy lejos, hemos de cambiar la perspectiva: la política europea no es política exterior, sino interior, gran parte de las decisiones políticas que nos afectan en el día a día se toman en las instituciones europeas. La política de cercanía del mundo local debe trasladarse a las instituciones europeas. El compromiso con nuestra ciudad ayuda a construir la ciudadanía europea.