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José Emilio Munera

¿Cuarto poder?

J. E. Munera

Ferrer o la honestidad

Pocos deportistas de élite mundial pueden abrochar una carrera de casi 20 años como cerró la suya el miércoles en Madrid el tenista de Xàbia, David Ferrer, también conocido para la posteridad como el «guerrero» y el «gladiador» por todas las pistas del planeta. «Ferru» soñó una despedida y el mundo del tenis, generoso, se la regaló: compitió hasta el final, obtuvo el reconocimiento unánime de jugadores, público y crítica y dijo adiós rodeado de su familia y amigos de toda la vida en la Marina Alta, además de los dos técnicos fundamentales en su trayectoria: Javier Piles y Paco Fogués. Emocionó a todos con su despedida, sincera y honesta como su juego: «Me voy porque siento que ya no puedo competir al máximo nivel en partidos como éste», reconoció David tras su último partido ante Alexander Zverev, en el que empezó como un tiro y se situó 4-1 arriba en el primer set volando con la derecha y tirando con el revés para acortar los puntos. Superados los 37 años, el depósito de energías del «ciclón» de Xàbia ha perdido capacidad... Además, en la primera ronda tuvo que superar molestias físicas para vencer a su amigo Roberto Bautista y regalarse un día más en el circuito de la ATP que tanto le venera. «Es el tenista al que más he respetado en toda mi vida», destacó tras su partido Zverev, llamado a ser futuro «número uno» cuando decidan «entregar la cuchara» los tres incombustibles del «big three» ( Djokovic, Nadal y Federer), que también se han rendido al espíritu indomable y la ética de trabajo de Ferrer. Es ya un lugar común en el «planeta tenis» la convicción de que el alicantino no tiene más de un Grand Slam y otros muchos títulos en sus vitrinas de Xàbia por haber coincidido en el tiempo con estos tres gigantes de la historia del tenis. Pero «Ferru» no lo lamenta; al contrario, cree que competir con ellos le han hecho mejor tenista. Y es cierto, porque su tenis ha evolucionado y mejorado constantemente desde que consiguió domar sus demonios e ímpetus juveniles iniciales. «Quiero que se me recuerde como una buena persona que luchó hasta la última bola», dijo antes del adiós. Y lo has logrado, David. Estás en los libros de historia del mejor deporte y en el Olimpo de los hombres buenos.

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