Alguien que conoce bien a Donald Trump dijo que «si el informe del fiscal Mueller no aporta pruebas sobre la acusación de obstrucción a la justicia, el presidente de Estados Unidos, le dará la vuelta y lo utilizará para atacar. Se liberará de las cadenas», lo dijo Steve Bannon, su exdirector de campaña y consejero. Quizá no sea solo por esto, pero el caso es que el conservador presidente norteamericano está desmelenándose -en sentido figurado, claro está- y mostrando a los cuatro vientos: la ley soy yo.

No es que las relaciones internacionales fueran una maravilla, pero se han llegado a acuerdos, se mantiene un cierto equilibrio de una búsqueda de paz y progreso, especialmente con los últimos presidentes demócratas. Desde la llegada de Donald Trump el modus operandi internacional ha cambiado de forma radical, rige la ley de la selva, con consecuencias imprevisibles y en todo caso terribles.

El acuerdo de París contra el cambio climático, firmado por 195 países con carácter vinculante, fue la primera víctima de la política Trump. Las consecuencias de la ruptura e incumplimiento ya se dejan sentir y se verán más. El año que viene debe haber una nueva reunión de los firmantes.

Ha roto unilateralmente los tratados comerciales vigentes con China y, en menor grado, con Europa. Ahora amenaza con subir los aranceles un 25% a los productos chinos. La ruptura de los acuerdos comerciales acarrea una reducción del comercio mundial, y si es entre las mayores potencias económicas una notable bajada de la producción mundial que pagarán las naciones más pobres.

Ha abandonado el tratado de misiles nucleares de alcance medio firmado en 1987 por Ronald Reagan y Mijail Gorbachov que permitía una reducción notable de las cabezas nucleares y del gasto militar. Ahora pretende instalar nuevos misiles en Europa, con la consiguiente advertencia de Rusia de reiniciar una nueva carrera de armamentos. A los europeos nos exige aumentar el gasto militar en la OTAN para financiar los proyectos militaristas norteamericanos

Los acuerdos de Oslo para Oriente Medio los ha convertido en papel mojado al reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Acepta los asentamientos judíos en territorio palestino ocupado. Ha sancionado el reconocimiento de Israel como Estado teocrático tras las últimas reformas de Netanyahu. Todo ello incumpliendo el acuerdo fundacional del propio Estado judío, los acuerdos de Oslo y del Consejo de Seguridad. Esto desemboca en un estado con ciudadanos judíos de primera, con ciudadanos árabes, residentes en territorio de Israel, de segunda. Un sistema de apartheid.

La ley Hellms Burton suspendida desde hace 22 años, está de nuevo en vigor. Y otorga ahora a los ciudadanos estadounidenses y a los cubanos nacionalizados la posibilidad de presentar una demanda judicial en Estados Unidos y reclamar al Estado cubano las propiedades confiscadas durante la revolución castrista. Para la Unión Europea supone «una violación de los compromisos asumidos en los acuerdos de 1997-98 que ambas partes han respetado sin interrupción desde entonces, -según la representante de política exterior Federica Mogherini-, contraviene el derecho internacional, es más, la Unión advierte con recurrir ante la OMC (Organización Mundial del Comercio) y el estatuto de bloqueo de la Unión», que prohíbe la aplicación de las sentencias de tribunales estadounidenses en territorio comunitario, además de permitir a los demandados recibir indemnizaciones por daños a través de sus procedimientos judiciales contra sus demandantes en las cortes europeas. Ahora, además, amenaza con imponer de nuevo a Cuba el embargo completo y el máximo de sanciones «por su injerencia en Venezuela» y su apoyo al gobierno de Nicolás Maduro.

Ha amenazado con sanciones a todos aquellos países y empresas que compren petróleo en el país de los ayatolás mientras el gobierno del presidente Hasan Rohaní no limite el desarrollo de sus misiles. Culmina así su descuelgue del pacto firmado por Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia y China limitando la proliferación nuclear, y que Irán está cumpliendo. Y probablemente dejará de cumplir.

Pero no da puntada sin hilo: Asfixiar la producción de crudo en Venezuela e Irán, dos de las mayores reservas y productores de la OPEP, eleva los precios del petróleo lo que refuerza el papel de Arabia Saudí en Oriente Medio, aumentando sus recursos y financiando su guerra en Yemen. A la vez hace rentable la explotación del carbón americano y del gas y petróleo por fractura hidráulica (fracking). Para que nadie compita con los productos norteamericanos se suben aranceles, primero a China, pero puede seguir con los coches europeos.