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La política mendicante

La falta de costumbre de coaligarse y las pocas ganas de repartir el pastel

Los satélites periféricos de Podemos han ido un paso más allá que los propios dirigentes centrales en la compresión del problema. Los núcleos duros de los partidos suelen ser los últimos en enterarse de por dónde van los tiros. En parte porque sus intereses son distintos de los de los barones o barandas que intentan frenar en provincias el derrumbe de la izquierda extrema.

Lo de Podemos también es un derrumbe, lo que pasa es que comparado con la debacle del Partido Popular, que ha gobernado España la última década, es como si no hubiera sucedido nada el pasado 28-A. Los barones, o como prefieran llamarse, de Podemos creen que Pablo Iglesias, Echenique y compañía no hacen otra cosa que mendigar puestos en el próximo Gobierno de Sánchez cuando lo que deberían es mantenerse al margen para retratar de un modo mejor las diferencias que separan a las dos izquierdas. En ese sentido, piensan igual que el PSOE que no quiere repartir carteras entre los indigentes que hasta hace poco hablaban de sorpasso.

En España no está implantada la costumbre de coaligarse en los gobiernos, se repite estos días con demasiada frecuencia. Lo que no hay, sobre todo, son ganas de repartir el pastel si no es estrictamente necesario. Iglesias, tratando de buscar una excusa a su perentoria necesidad de convertirse en ministro y hacer ministros a algunos de los suyos, dijo que de ahora en adelante nadie conseguiría gobernar solo en este país. Pero el bipartidismo volverá a tener su oportunidad, con el PSOE y el PP, o cualquiera que los votantes elijan como ariete de la derecha. Serán ellos los que dibujen nuevo escenario más pronto que tarde. Podemos, creo, será lo que fue IU.

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