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El teleadicto

La vocación de Íker Jiménez

Recuperé una de estas madrugadas el primer programa de la 14ª temporada de Cuarto milenio, en donde Íker Jiménez mostró algunos de los vídeos caseros que había grabado cuando tenía entre los 12 y los 14 años. En ellas se veía al vitoriano charlando sobre Ovnis y otras historias paranormales, mirando a cámara con idéntica disciplina y seriedad como si aquellas charlas fueran a ser vistas por mucha gente. Cuando al final no se trataba más que de un juego. Íker no era consciente entonces de que 36 años después estaría al frente del programa semanal más veterano de una televisión privada de este país. Hablando de lo que le apasiona.

Estas reliquias estaban guardadas en cajas de esas que se dejan en el trastero y en las que rara vez se reparan, salvo que sea para hacer limpieza general. Muchas de las grabaciones se habían perdido, puesto que él aprovechaba las cintas para regrabar en ellas los partidos de fútbol que quería. Su mujer, Carmen Porter, corroboró en todo momento su autenticidad.

Íker Jiménez quiso mostrarlas con el ánimo de contagiar a todos aquellos que pueden sentirse bichos raros por hacer cosas parecidas. Lo importante es estar ilusionado en algo. Si te gusta de verdad, si disfrutas de verdad haciéndolo, quién no te dice que algún día lo lograrás. No de mentirijillas, sino a nivel profesional.

Me sentí completamente identificado con Íker. Recuerdo que de adolescente llevé a cabo muchas entrevistas a amigos y conocidos. Solo en audio. Eran mis De cerca. Y así rezaba en la pegatina con que los iba archivando. También confeccionaba revistillas caseras escritas en la Hispano-Olivetti con teclas de cristal. Y hasta escribía críticas de todas las películas que veía, con puntuación, ficha y todo. Por eso lo de Íker me llegó al alma.

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