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Sol y sombra

Pulpo como compañía

No es fácil de entender la doble formulación casadista: invito a Vox a formar parte de un gobierno un día antes de las elecciones; Vox es un execrable partido de extrema derecha después de ellas, cuando ha perdido la mitad de los diputados. Es decir, si se trata de cohabitar en el poder acepta pulpo por animal de compañía, en la oposición le corta los tentáculos para evitar el abrazo. Con Vox existe gran confusión: Sánchez, por ejemplo, reclamaba su presencia en los debates electorales y ahora que ha entrado en el Congreso le excluye de los contactos. Cuesta ver en Pablo Casado al político de firmes convicciones que alguien nos ha querido vender. Sí sabemos, en cambio, que como estratega no está funcionando, por mucho que haya recibido la herencia envenenada de un partido en descomposición y con una competencia que no tuvo su predecesor, el rey de los clásicos populares y del dolce far niente Mariano Rajoy.

Pero la debacle del PP, tal como yo lo veo, no es un hecho que se produzca de la noche a la mañana porque Casado virase a la derecha con su discurso para intentar contrarrestar de manera eficaz la cantinela populista de Abascal. El PP arrastra tras de sí una moción de censura que todos los que reclaman la vuelta al centro parecen haber olvidado. ¿Qué centro? Se manejan conceptos equívocos. ¿Acaso es extremismo no pestañear y mostrarse enérgico en la defensa constitucional y contra quienes pretenden romper el país? No me parece que el radicalismo consista en eso. Si alguien se muestra demasiado radical defendiendo la ley es porque otros han decidido dejar de hacerlo. Desplazarse al centro no debe significar una renuncia a los principios y a la responsabilidad.

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