La victoria del PSOE con amplio margen de escaños sobre sus dos principales rivales de la derecha no tendría que haber causado tanta sorpresa si más de uno hubiese prestado la debida atención a la macroencuesta de intención de voto que el CIS hizo pública el día 10 de abril. En esta encuesta el CIS advirtió que el PSOE iba a doblar en votos al PP, advertencia que fue recibida con aclamaciones jocosas y risas despectivas por el Partido Popular y por Ciudadanos que, sin embargo, la noche electoral se encargó de confirmar. Pablo Casado llegó a decir que el hecho de que Pedro Sánchez fuera a conseguir, según el CIS, una victoria holgada sobre el Partido Popular respondía al hecho de que su director, José Félix Tezanos, había realizado esta encuesta al dictado de los socialistas dando por hecho, por tanto, que los profesionales que trabajan en el Centro de Investigaciones Sociológicas obedecerían cualquier clase de consigna política.

Han sido tantos los errores que el Partido Popular ha cometido durante esta campaña electoral (en realidad venía haciéndolo desde hace meses) que resulta sorprendente que Pablo Casado, a día de hoy, no haya dimitido de su cargo de presidente del Partido Popular. El empecinamiento de Casado de querer convertir a su partido, en teoría de centro derecha, en otro ultraliberal con raíces thatcherianas ha resultado un fracaso absoluto. El influjo de José María Aznar sobre Pablo Casado ha resultado nefasto. El estilo desabrido y faltón del expresidente que fue copiado por Casado ha tenido unas consecuencias que la dirección popular no se esperaba pero que tanto voces discordantes internas como analistas venían avisando. Trató Casado de enmendar esta situación en los dos debates adoptando una actitud más presidenciable, sin la utilización de sus habituales insultos y descalificaciones gruesas, pero ya era tarde. No logró comprender Casado que la forma de hacer política de su mentor Aznar pudo tener alguna utilidad en los años 90 pero, sin embargo, hoy día, la nueva generación de votantes, así como el ambiente político y social actual no admiten, a tenor de los resultados electorales, la crispación que tantos frutos dio a Aznar.

También se equivocó Pablo Casado en sus continuas referencias a Cataluña. A la mayor parte de la población española el asunto independentista catalán le aburre desde hace tiempo. Sabido que no va a haber ningún tipo de referéndum ni mucho menos independencia de Cataluña, hablar de manera constante de un problema que no tiene tanta importancia puede haber creado entre el electorado la idea de que el Partido Popular utilizaba este asunto para evitar explicar de manera clara su programa electoral, como por ejemplo si pensaba volver a iniciar el proceso privatizador de la sanidad o si su anunciada bajada del salario mínimo interprofesional era cierta o no.

Por el contrario, Pedro Sánchez supo articular un discurso socialdemócrata, europeo y moderno muy acorde con Europa y, sobre todo, con el modelo social que se ha construido a partir de la crisis económica que comenzó en el año 2007. Si pudo formar Gobierno con 85 diputados sería razonable pensar que pueda hacerlo con 123 con apoyos puntuales para la aprobación de leyes. Los medios de comunicación conservadores, especialmente los digitales, han encajado de manera poco elegante el golpe de la victoria de Pedro Sánchez. Tanto estos medios, como Casado y Rivera, minusvaloraron a un candidato mucho más preparado y resistente de lo que habían imaginado. Recomendamos a todos ellos la lectura del libro Manual de Resistencia publicado por Pedro Sánchez. En él podrán encontrar las claves de la victoria de Sánchez y de su capacidad para leer las necesidades de la España actual lejos, por tanto, del frentismo del Partido Popular y del aburrimiento independentista de Ciudadanos.

Los votantes españoles se decantaron el pasado domingo por una forma de hacer política alejada del insulto, la confrontación gratuita y los paisajes poblados de resentimiento. Pero sobre todo han vuelto a aclarar a los partidos políticos que quieren que lleguen a acuerdos de manera civilizada.

Hay algo que el Partido Popular y Ciudadanos no han terminado de comprender. Cuando Pedro Sánchez dimitió de su escaño en el Congreso de los Diputados para evitar votar (ni siquiera de manera negativa) en la investidura que otorgó a Mariano Rajoy la presidencia del Gobierno gracias a la abstención del PSOE, Sánchez se revistió de una auctoritas entre los militantes socialistas y sus simpatizantes que le ha concedido un crédito de credibilidad mucho mayor de lo que algunos creen. Al día siguiente laborable de su dimisión Sánchez se fue en compañía de sus hijas a la oficina de la Seguridad Social que le correspondía. Cogió el ticket y se sentaron los tres a esperar su turno. Se causó cierto revuelo en la oficina lo que motivó que la directora saliera a ver qué pasaba. «¿Qué hace usted aquí»?, preguntó la directora. «Esperar», contestó Sánchez.