Desde hace siglos, en 1598, desde la presencia del Convento de Frailes Alcantarinos y mantenido por la tradición franciscana, la devoción del Vía Crucis se repite en Callosa de Segura cada primavera. Hoy es depositario de esta devoción el grupo Los Pasos Vía Crucis «Beata Godoya», que realiza cada Cuaresma el Camino de la Cruz, con sus Cantos de la Pasión que, a diferencia de la vecina Orihuela, se articulan mayoritariamente en voces de mujer.

El lugar por el que trascurre el Vía Crucis permanece inalterable: el antiguo arrabal de la ciudad por la calle denominada «Vía Crucis», conocida coloquialmente como «calle de los pasos». En ella se ubican diez estaciones hasta desembocar en la Plaza del Calvario, donde se encuentran cuatro estaciones más -completando el Vía Crucis tradicional- y se suma la decimo quinta, la representación de la resurrección de Cristo, en la embocadura de la calle Calvario. En 1989, hace treinta años, una donación posibilitó que en cada lugar donde se reza una estación se colocara en las fachadas de las viviendas una representación mediante una placa de piedra.

Como decía, el camino del Vía Crucis permanece inalterable, sin embargo, cambios económicos y sociales hacen que la sociedad nos muestre hoy otra realidad. Barrios que eran centrales ya no lo son. Personas de otros países trabajan entre nosotros, razas y religiones distintas viven en nuestro mismo espacio, lo que no significa muchas veces convivir sino solo coexistir. Esta Semana Santa unos vecinos de toda la vida de la calle «Vía Crucis» en cuya propiedad se ubica la placa de la tercera estación cerraron la venta de su casa.

El comprador, de origen árabe y religión musulmana, buscaba para su familia -una mujer y dos niños menores- un barrio con mejores condiciones para vivir; su condición de trabajador legal en España y su capacidad adquisitiva se lo permitían. Los propietarios comunicaron al Ayuntamiento su intención de vender su vivienda y solicitaban la retirada de su propiedad, una propiedad privada, la placa de la tercera estación de su fachada, tras treinta años colocada.

En cuanto se conoció la petición, inevitable, lo que era una compra venta de una propiedad privada, derecho fundamental reconocido en la Constitución, y la práctica de una confesión religiosa, también derecho fundamental reconocido en nuestra Constitución, cayó en el olvido para algunos. Insultos, presiones y comentarios inapropiados en persona y vía redes sociales para los vendedores, confusión y duda para el comprador. Y a río revuelto se señalan culpables en el equipo de gobierno en general y en el Alcalde en particular, buscando el cuanto peor mejor y el enfrentamiento. Otras personas, las más comprometidas con el grupo «Los Pasos», reconocían la situación y nos trasladaron la confianza de encontrar una solución.

Esta pasada semana se firmaban escrituras para la compra venta de la vivienda y la placa de la tercera estación permanecerá en la fachada en su ubicación tradicional del Vía Crucis. ¿Cómo ha ocurrido? Por mucho que pueda sorprender a algunos, más interesados en el «ruido de sables» que en buscar soluciones reales, han sido interlocutores de origen árabe al visitar in situ el Vía Crucis y comprender su significado quienes han trasmitido a la comunidad musulmana la importancia que para la comunidad cristiana tiene la manifestación y simbolismo del Vía Crucis asociado a ese espacio, valorando el comprador de la vivienda que la estación no es solo una «representación», sino que forma parte de una devoción cristiana centenaria, por lo que su permanencia forma parte del encuentro común en el entendimiento de ambas comunidades.

Ya lo decía el filósofo francés Ernest Renan, el dogmatismo religioso que abomina del pensamiento libre conduce a las civilizaciones al fanatismo, al embrutecimiento y a la inmoralidad. Ante nuevas realidades sociales que algunos se empeñan en negar se alza el desafío de convivir, como ya hicimos en la antigua Toledo medieval, en este mundo global.