Es cierto que la sociedad avanza con mucha mayor rapidez que gran parte de nuestras instituciones públicas. Y no es menos cierto también que, con demasiada frecuencia, nuestros dirigentes políticos van a remolque de las necesidades de los ciudadanos, ensimismados en sus dinámicas partidarias, condicionados por los ritmos que marcan las ejecutivas de sus fuerzas políticas, y también, por qué no decirlo, alejados en ocasiones de las carencias y exigencias básicas que las personas tenemos en nuestro día a día. Naturalmente que los ciclos políticos y las exigencias institucionales delimitan los contornos de lo que se puede llevar a cabo, pero no es de recibo que existan a nuestro alrededor problemas esenciales en nuestra vida diaria que se mantienen durante años y años sin resolver, sirviendo, en algunos casos, como simple munición de grueso calibre para ser utilizada una y otra vez en los procesos electorales.

Sobran ejemplos de ello en Alicante, como sucede con los accesos al aeropuerto y su conexión ferroviaria, o el cierre de la Vía Parque, que sirven como críticas o promesas por uno u otro partido en función de si gobierna o está en la oposición. Mientras tanto, los años pasan, sin que cuestiones tan esenciales terminen por solucionarse. Y es que a veces, los tiempos políticos parecen tiempos geológicos, al afrontarse desafíos urgentes a ritmos exasperantes que eternizan su respuesta. De tal forma que, solo cuando el problema alcanza dimensiones palmarias o se recoge en los medios de comunicación, se trabaja para su respuesta inmediata, en lugar de anticipar las necesidades y evitar que los ciudadanos los suframos durante años. Se puede argumentar que los políticos son receptores de las demandas de los ciudadanos, pero también sería necesario recordar que los responsables políticos electos están ahí para dar respuesta a los problemas y mejorar la vida de las personas, siendo razones básicas por las que se les paga.

Por el contrario, se siguen acumulando a nuestro alrededor problemas que siguen esperando solución, siendo ignorados sorprendentemente por partidos de uno y otro color, sin caer en su relevancia y en que, más pronto que tarde, tendrán que afrontarlos, aunque cuanto más tiempo demoren la respuesta, más difíciles serán y más perjuicios habrán causado. Vayamos con algunos ejemplos, de los muchos, que podemos poner encima de la mesa.

La movilidad en Alicante se ha convertido en un grave problema. Con una Vía Parque entre Alicante y Elche sin acabar de cerrarse a su paso por nuestra ciudad, desde que en el año 1998 se firmara el protocolo para su ejecución entre el Ministerio de Fomento y la Generalitat Valenciana. De esta forma, el tráfico en el entorno metropolitano de las dos principales ciudades de la provincia, que recogen en su conurbación cerca de 800.000 personas, no puede canalizarse adecuadamente a través de esta vía al no estar finalizada. Por si fuera poco, la carretera de Elche presenta serias limitaciones, mientras que la autovía A-70, a su paso por Alicante, sufre importantes colapsos la práctica totalidad de las mañanas por la alta intensidad del tráfico que soporta. De tal manera que, una vía rápida de alta capacidad, esencial para comunicar todo el Mediterráneo con Murcia y Andalucía, se ha convertido, en algunas horas del día en una simple avenida, con atascos, paradas y velocidades exasperantes para comunicar espacios tan esenciales para la actividad económica de Alicante como su Universidad, sus polígonos industriales, su puerto y aeropuerto. Por si fuera poco, además, la saturación de la A-70 por las mañanas y las detenciones de los vehículos que la transitan llevan a que se transmitan más atascos a otras muchas vías que desembocan en la misma, como la carretera de Valencia, la Vía Parque o la carretera de Villafranqueza, por mencionar algunas de ellas.

Además de las horas perdidas, de los trastornos causados en muchas de las personas que sufren casi a diario estos atascos, están las emisiones contaminantes de los vehículos afectados, así como el gasto en combustible. Pero, sobre todo, tenemos los graves trastornos que originan a los usuarios de un aeropuerto internacional, a quienes acuden a la Universidad o centros económicos neurálgicos, como el puerto, o los polígonos de las Atalayas y del Pla de la Vallonga. Y lo peor de todo es que el problema se agravará cuando finalicen los nuevos desarrollos urbanísticos que se proyectan cerca de esta vía. Así que cuando se llegue a materializar la ampliación de la A-70, a su paso por Alicante, la vía estará ya saturada, salvo que se trabaje en otras alternativas a la movilidad.

Otro ejemplo más lo tenemos en los retrasos que existen en Alicante para realizar gestiones esenciales como son las altas y el cambio de domicilio en el empadronamiento de sus vecinos. Siendo como son trámites fundamentales para acceder a servicios sociales, educativos, sanitarios y de empleo, en estos momentos el Ayuntamiento de Alicante acumula mes y medio de retraso, como se puede comprobar en la propia web municipal. ¿Tan difícil es entender que la importancia de este registro es de tal naturaleza que debe de poder tramitarse en el mismo día, como un derecho básico esencial de los ciudadanos alicantinos? Como en otras muchas cosas, nos arriesgamos a llegar tarde.