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Muros

En enero de 2015, Donald Trump participó en un foro conservador en Iowa. Por aquel entonces, Trump no era candidato presidencial, aunque se estaba planteando presentarse a las elecciones. El problema, como siempre en el caso de Trump, era que no andaba muy sobrado de ideas. Tenía claro un eslogan que le había soplado uno de sus asesores, "Make America Great Again", pero eso era todo. Aparte de eso, sólo tenía su prestigio como empresario y su fama de participante chistoso en concursos televisivos: "¡Estás despedido!" Así que Trump, al subir al escenario, se propuso exhibir sus logros como constructor y empresario inmobiliario. "Yo podría construir una valla en la frontera de México -anunció como si estuviera en su concurso-, una valla muy bonita y muy grande".

En realidad, Trump lo decía para jactarse de sus dotes como empresario, porque la idea de construir una valla fronteriza no era muy popular entre los ideólogos republicanos. Para los grandes empresarios era mucho mejor disponer de una gran bolsa de inmigrantes ilegales que se pudiera usar como mano de obra barata. Pero al oír la frase de Trump sobre la valla, las 1300 personas del público se pusieron en pie y empezaron a aplaudir. Trump se sorprendió: una mera ocurrencia se había convertido en un imán para su público. La idea de la valla seguía sin convencerle, pero la usó en otros mítines con idéntico resultado: la gente aplaudía a rabiar. Entusiasmado por los aplausos, Trump dio un paso adelante y empezó a hablar de un muro, un muro muy alto en la frontera que pagarían los mexicanos. Los aplausos del público se hicieron atronadores. Trump no se lo podía creer. En junio de aquel mismo año se presentó a candidato republicano con la propuesta estrella de levantar un muro en la frontera sur. Un año más tarde ganó las elecciones. El resto es bien conocido.

El caso de Trump y su muro se ha repetido en otros muchos países con otras propuestas: el Brexit, la independencia catalana, la expulsión de los inmigrantes ilegales€ Todas estas ideas se han lanzado al público por una mezcla de irresponsabilidad, de perverso cálculo electoral o de simple narcisismo pueril, pero al final han calado entre la población porque el contexto social había abonado el terreno para todas estas propuestas simplistas y engañosas. En otro contexto económico nadie les habría prestado atención, pero en un clima de angustia laboral y de desconcierto ante el futuro -por culpa de la crisis económica, la globalización y la creciente sensación de incertidumbre social-, todas estas idea, o más bien delirios, han atraído a millones de electores que han sido contagiados por un virus ideológico que les obliga a actuar siguiendo la dinámica diabólica de la acción y la reacción. Una vez que se levanta el muro, todas las demás posibilidades quedan descartadas. O estás a favor de levantar el muro o estás a favor de derribarlo. No hay otra opción. Los matices, los acuerdos, los consensos, han sido desmantelados. Y a partir de ese momento, el electorado se divide en dos bloques estancos entre los cuales es imposible cualquier atisbo de entendimiento o siquiera de comunicación. Hablar con el otro es alta traición. Intentar llegar a un acuerdo es una cobardía imperdonable que debe ser castigada de forma ejemplar.

Aquí, en este extraño país que llamamos España, también hemos tenido varias propuestas que han funcionado muy bien a modo de muro: Franco, la República, la amenaza del comunismo bolivariano, la plurinacionalidad, destruir el candado del 78, levantar otro muro en Ceuta y Melilla para protegernos de la inmigración€ En algunos casos estas propuestas se han lanzado por simple irresponsabilidad, o por cálculo, o por puro delirio ideológico, pero el caso es que todos las hemos oído y de algún modo todos nos hemos dejado arrastrar por ellas, ya sea en un sentido o en otro. Es el principio diabólico de la acción y la reacción que Newton expuso en su Tercera Ley: "Si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza determinada, éste reacciona contra aquél con otra fuerza de igual valor y dirección, pero de sentido contrario". En términos políticos, el temible principio de la acción y la reacción.

Y eso es lo que se dirime mañana en las elecciones: qué lado del muro va a ganar y quién va a levantar un muro más alto a costa del adversario. Una alternativa, me temo, en la que todos saldremos perdiendo.

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