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Trump el fullero

El presidente de Estados Unidos Richard Nixon era popularmente conocido en su país por el apodo de "tricky Dick" (Ricardito el tramposo) debido a sus trapacerías, incluida la que provocó finalmente su caída: el escándalo de espionaje al partido rival conocido como Watergate.

Pero aquel presidente de unos años que hoy nos parecen casi felices era todo un caballero si le comparamos con su correligionario, el actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump, un individuo tan egocéntrico como hipócrita y falto de escrúpulos.

Trump hace trampas incluso cuando se dedica a su deporte favorito, el golf, según el autorizado testimonio del periodista Rick Kelly, que, furioso con sus fullerías, le ha dedicado un libro titulado "Commander in Cheat" (juego de palabras que significa Comandante en Engaños en lugar de Comandante en Jefe).

En él, Kelly ha reunido una serie de anécdotas sobre las trampas de Trump junto a testimonios no sólo de famosos golfistas sino también de caddies, esos individuos que los asisten y acompañan de hoyo en hoy en los campos de golf.

Para el periodista, el golf se distingue de la mayoría de los demás deportes por la ausencia de árbitro así como por el hecho de que sus practicantes se encuentran con frecuencia a gran distancia unos de otros, lo que facilita el engaño.

En el golf es por ello muy importante la confianza recíproca, explica Kelly (1). En las rondas privadas no suele haber tampoco espectadores, es decir testigos del juego, con lo que algunos pueden caer en la tentación de sacar la pelota del arbusto en que ha caído y hacer otras trampas de ese tipo.

Es sabido que algunos golfistas aficionados como Jack Nicholson también trapacean en ese deporte, pero la diferencia, dice el periodista, es que todo el mundo sabe que el actor es un" bribón" mientras que Trump quiere siempre ganar como sea y a costa de sus contrincantes.

Por ejemplo, se empeña en ser siempre el primero en golpear la pelota en cada hoyo aunque, según el reglamento, toque a otro. En lugar de esperar a éste, el Presidente se sube al carro y va rápido en busca de aquélla para, sin ser visto, colocarla, si hace falta, en la posición más favorable.

Y lo hace no sólo con su propia pelota, sino también con la de cualquier adversario si es que ése no se da cuenta como le ocurrió a un conocido comentarista de fútbol americano que jugaba con él y que se encontró con que la pelota no se hallaba en el lugar donde él creía sino que había llegado misteriosamente a un bunker a veinte metros de distancia.

Un caddie le confesaría más tarde que él mismo la había cogido y la había metido allí, cuenta el autor del libro, según el cual, al no haber árbitro, los caddies no tienen muchas veces otro remedio que ocultar esas trampas. Además de que Trump suele sobornarlos con generosas propinas.

Trump ha llegado incluso, dice Reilly, a engañar en West Palm a un niño, el hijo del gestor de fondos de alto riesgo Ted Virtue, que tenía sólo doce o trece años. La pelota de Trump cayó en un charco y al presidente no se le ocurrió otras cosa que cambiarla por la del chaval.

Cuando éste protestó y dijo que la pelota que quería golpear Trump era la suya, el caddie lo negó: "No, le dijo, al muchacho, la pelota es del señor Trump. La tuya cayó al agua". Ni que decir tiene que el Presidente ganó así la ronda.

Trump presume de haber salido triunfador en una veintena de torneos, pero, según Reilly, en dieciséis ocasiones lo consiguió sólo gracias a sus fullerías.

¿Y qué decir, se pregunta el periodista, de un individuo que recorre los campos siempre subido a su carro de golf aunque no esté permitido, como ocurre con los que tiene en Escocia, alguien que, acabada la ronda, no se quita la gorra y no da siguiera la mano al rival ni hace públicos sus resultados como hacen otros?

Trump es además un hipócrita porque, como explica también Reilly, mientras niega el cambio climático, quiere que el Gobierno irlandés financie la construcción de un muro de tres kilómetros para proteger su campo de golf de Doonberg frente al posible aumento del nivel del mar.

(1) Declaraciones al diario alemán "Süddeutsche Zeitung"

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