Las noticias sobre la aparición de personas mayores que vivían solos y que, al cabo de mucho tiempo, se ha descubierto que habían fallecido en su propio hogar por razones naturales se están repitiendo con mucha frecuencia. La última, de una persona que al cabo de cinco años sin saber nada de ella se ha descubierto que había fallecido en la más absoluta de las soledades en su piso, y sin que nadie la hubiera echado en falta y/o preguntado por su paradero, al no verle realizar las actividades habituales que suelen llevar a cabo con carácter repetitivo quienes ya han cumplido con la sociedad, con su familia, y con sus deberes y opta por un patrón de conducta de pautas que suelen llevarse a cabo día a día con una notable precisión en sus costumbres.

Pero, sin embargo, sorprende que estas noticias se produzcan y, por ello, a la sociedad le debe entristecer que nadie eche en falta a una persona durante largo tiempo y que, de repente, se opte por acceder a su inmueble, porque a alguien se le ocurra hacer esa observación por si le hubiera pasado algo en su propio inmueble. Entristece que existan tantas personas que viven en la más absoluta de las soledades y que nadie pregunte por ellos cada día, ni vecinos, ni familiares ni amigos o conocidos, porque a buen seguro que alguno habrá en este amplio espectro de personas que todos tenemos en nuestro entorno más cercano.

Piense usted, por ejemplo, que deja de acudir a sus citas habituales personales y/o profesionales durante un largo tiempo y las posibilidades del tiempo que tardarían en plantearse entrar en su inmueble por si le hubiera pasado algo. Indudablemente, que poco tiempo, porque la mayoría de las personas se conectan con su entorno de forma habitual por el teléfono móvil, correo electrónico, llamadas de teléfono. Incluso, en grado de exageración, pruebe dejar de contestar durante dos días los Whatsapp que les manda su entorno, a ver el tiempo que tardan en advertirle sobre si le pasa algo, que por qué no contestas, qué te pasa, etcétera. En definitiva, que no pasaría mucho tiempo para que a la mayoría de las personas se les eche de menos, aunque vivan solas, si no atienden mensajes o llamadas de teléfono de forma casi imperativa, y que lleva a tomarse como una especie de fe de vida, como las que se exigen para cobrar una pensión.

Pues, aunque parezca mentira, existen muchas personas mayores que han aparecido muertas en sus hogares después de mucho tiempo sin saberse nada de ellas, y pudiendo certificar el médico la fecha del fallecimiento mucho tiempo atrás, y sin que nadie se hubiera sorprendido o extrañado, lo que resulta descorazonador saber que existen personas que no tienen absolutamente a nadie cerca de ellos como para echarles en falta en uno o dos días, y que tengamos que esperar años para poder descubrir que habían fallecido en su propio inmueble por una enfermedad, un infarto, o cualquier razón que puede sobrevenir a personas que ya tienen una elevada edad, y a las que en cualquier momento se les puede aparecer la muerte si no adoptan los debidos cuidados dada su avanzada edad.

Es la crueldad de la sociedad y del entorno de la persona mayor fallecida que nos demuestra la maldad de la vida para muchas personas mayores que han podido fallecer por no poder reclamar una ayuda a nadie en su propio hogar y han fallecido en la absoluta soledad sin que nadie pregunte por ellos.

En un estudio que se hizo sobre este tema en los Estados Unidos se descubrió que casi el 29% de los 46 millones de ancianos viven solos. Aproximadamente el 50% de los adultos muy ancianos (~85 años) en la Comunidad viven solos, y alrededor del 70% de las personas mayores que viven solas son mujeres y el 46% de todas las mujeres de 75 años viven solas, y que, en general, los hombres suelen morir antes que sus esposas. Lo curioso de este estudio es que se concluyó, también, que el 90% de los ancianos que viven solos expresa un deseo ferviente de mantener su independencia, y muchos de ellos tienen miedo de depender de otros y, a pesar de la soledad, quieren seguir viviendo de esa manera. Es decir, se trata de una soledad buscada de propósito. Pero lo sorprendente es que una cosa es que se pueda y quiera vivir solo y otra cosa es que nadie les eche de menos y puedan pasar muchos años hasta que se descubra que habían fallecido «solos». Porque una cosa es el derecho a la independencia y vivir solo, y otra es que estas personas estén solas también en la calle. Cuidemos, por ello, y vigilemos que nuestros mayores no se sientan nunca solos. Al fin y al cabo, todos estamos aquí gracias a ellos y su esfuerzo.