Este 1 de abril se han cumplido 80 años del final de la cruel guerra civil española de 1936 a 1939, que terminó con la victoria de las derechas sublevadas, y la dictadura franquista hasta 1975, contra las izquierdas republicanas del Frente Popular. Aunque la basílica católica se construyó como tumba a los muertos de ambos contendientes, y de hecho hay 33.000 de ellos mezclados, no separados por bandos, en la práctica el lugar destacado de los sepulcros de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera hace que se entienda también como un homenaje a estos dos líderes. Lo lógico hubiera sido primero redefinir el Valle de los Caídos como centro de recuerdo y análisis, y después reubicar la tumba de Franco. Que después de 44 años enterrado en el mismo sitio, digan en precampaña que cambiar de lugar los huesos de Franco, por decreto y a donde sea, es necesario y urgente suena a sofisma y electoralismo.

Está claro que no hay que hacer exaltación de los dictadores, pero la otra cara de la moneda es si cada gobierno, según su ideología y sin contar con la familia, puede decidir por decreto donde tienen que estar enterrados sus enemigos políticos. ¿Qué nos aportaría sacar ahora por decreto el osario de Fernando VII, pues era absolutista, de El Escorial: justicia, venganza? ¿Debe Francia hoy pedirnos perdón por la invasión y los fusilamientos de la Moncloa en 1808? Cada nación o bando tiende a exaltar a los suyos. En Francia tienen por héroe y en tumba monumental a Napoleón. Lo que llevó por Europa, con sus guerras imperiales, no fue la justicia ni la fraternidad, sino la destrucción y la muerte. Solo en la batalla de las Naciones, Leipzig 1813, 300.000 muertos. Hay sin embargo aún mucha gente obcecada en tergiversar la historia, en vez de ponderarla y explicarla. Como si con ello demostraran que los de "su bando" eran los idealistas y buenos y los otros los malvados y sádicos. Lo cierto es que no se debe afirmar que los fusiladores, sin juicio ni defensa, de derechas fueran buenos y los de izquierdas malos o al revés, lo correcto es reconocer que fusilar es malo y cruel, y muy difícilmente justificable como mal menor necesario. Desde luego lo más innecesario hoy es tratar de reavivar el guerra-civilismo, especialmente ruin por intereses partidistas a corto plazo. Eso es lo que significó la transición democrática, la reconciliación nacional y la vigente Constitución consensuada de 1978, al margen su evolución y oportunidad de reforma, por ejemplo en materia autonómica.

Pasar página y construir un futuro mejor. Preguntémonos cómo poder transformar esta partidocracia, en vez de programas y partidarios parece club de fans de aduladores y boicoteadores, en auténtica democracia participativa y constructiva. Otro aniversario es el de la conquista y colonización de Méjico. En cuanto a Hernán Cortés es impensable a partir de 500 soldados, con sus naves varadas, hubiera podido conquistar, explotar o exterminar un imperio de 10 o 15 millones de habitantes. Hay tres falacias de base. La primera no reconocer que la conquista de los de Cortés fue con ayuda de miles de indígenas mexicas contra otros miles de indígenas opresores. La segunda que el Imperio Azteca derrotado era dictatorial y cruel con otros pueblos indígenas sometidos, con miles de sacrificios humanos cada año. Y la tercera, multiplican por cinco el número de habitantes precolombinos para adornar su relato; en el Méjico actual solo vivían dos o tres millones de pobladores. El hecho de que hoy la mayoría de los habitantes de México sean mestizos demuestra que no ha habido genocidio sino mestizaje. A los nacionalistas y sectarios suelen echar la culpa de sus problemas a los demás para justificarse. Acaso los problemas de miseria y de corrupción en el México actual tengan más que ver con las décadas de gobierno de los del PRI que con los de Hernán Cortés. Sería bastante absurdo pedir ahora a Italia que pida perdón por Numancia y la romanización de Hispania frente a iberos y celtas.

La Justicia se hace sobre los vivos, no sobre los muertos. Menos demagogia y más progreso real.