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Las reglas del juego

La mentira y los errores del adversario, claves en los debates televisivos

Los candidatos han emprendido una vez más la caza del voto indeciso en el resbaladizo formato de los debates televisivos que congregan a audiencias pendientes de ver quién gana y quién pierde. Al final, perdemos todos y en una mayor escala la inteligencia que se ve agredida de manera violenta. El mantenido el martes por la noche en la televisión pública da idea de lo que nos espera: la provocación al adversario para que caiga en el error, por un lado, y, por otro, el enunciado tombolero del programa electoral de turno que jamás se va a cumplir.

Confrontación y mentira. Pero en eso consiste precisamente el juego. Fuera de él quedan hablar con sinceridad a los electores de los problemas que se pueden resolver, y de aquellos otros que sólo tendrían solución a largo plazo y renunciando al oportunismo político y la estrategia sectaria. Por eso, el ardid se reduce a engañar a los españoles y a poner al contrincante contra las cuerdas, a ver si la caga y pierde la poca credibilidad que le queda. El que miente de manera más convincente y el que mejor aprovecha las debilidades del contrario para dejarlo en evidencia tiene muchas más posibilidades de llevarse el gato al agua.

El exministro socialista Pedro Solbes, que dirigió la economía española entre 2004 y 2009, acabaría admitiendo que mintió cuando negó la crisis en el debate mantenido con el candidato del Partido Popular, Manuel Pizarro. Dio igual, el PSOE ganó las elecciones. Su insistencia en ocultar los datos que condenaban a España a uno de sus peores ciclos económicos y en mantener lo contrario resultaron creíbles. Y así nos fueron las cosas.

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