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La metamorfosis de Pedro Sánchez

El cambio de actitud operado por el presidente del Gobierno a partir de la disolución del Parlamento

La imagen es un aspecto cada vez más importante de la política actual que, al proyectarse sobre todo a través de la televisión e internet, concentra la atención de los ciudadanos en torno a los grandes actores individuales. El líder representa a la organización. Es su condensación simbólica y emocional. Mientras la presencia del partido tiende a hacerse fantasmal, el máximo dirigente ocupa todo el espacio. Aunque el sistema político español no es presidencialista, la competición electoral se dirime entre candidatos. La actividad de campaña gira en torno a ellos. Los carteles son retratos suyos. Los encuestadores preguntan por las reacciones que suscitan. Las elecciones, en fin, se resuelven en los debates televisados. Esta vez hablamos de Pedro Sánchez, no del PSOE.

El cambio de actitud operado por el jefe del gobierno a partir de la disolución del Parlamento no ha pasado desapercibido. Téngase en cuenta que Pedro Sánchez no ha dejado de agitar la política española desde su debut hace un lustro. Su actuación provocó, primero, una gran convulsión en el PSOE, cuyo efecto aún se nota, y luego cambió por completo el panorama político del país con la moción de censura, que justificó parcialmente por el inmovilismo de Rajoy en la cuestión catalana. Inició entonces un diálogo con los independentistas en el que se mostró dubitativo y estuvo dispuesto a hacer concesiones poco claras y muy cuestionadas. Hasta que le rechazaron sus Presupuestos y la presión de la opinión pública le empujó a convocar elecciones.

Ahí apareció un nuevo Pedro Sánchez, comedido y retirado, que está pasando de puntillas por la campaña electoral, procurando no hacer ruido. Favorito para ganar las elecciones, por la caída de Podemos y la inclinación a la derecha del PP y Ciudadanos, intenta conseguir una mayoría amplia. Su propósito es, según se dice en el programa del PSOE, ocupar el espacio central, institucional y de moderación del país. Ofrece estabilidad, acusa a los independentistas de mentir y causar división social, en la cuestión catalana ha vuelto a la posición que mantuvo Rajoy y apela al voto de los ciudadanos cabales. Su partido, que se define como reformista y pragmático, se ha convertido en un comodín, que puede llegar a gobernar con todo el arco parlamentario desde Ciudadanos a Esquerra y al mismo tiempo servir para frenar a la ultraderecha.

Es como si hubiera habido un cambio de papeles. El partido de Pedro Sánchez es el que ahora está aposentado en el centro de la arena política. Todos los factores conspiran para propiciar su victoria. En el camino hacia el triunfo definitivo de Pedro Sánchez solo se interpone un problema, su baja credibilidad. Ciudadanos la esgrime para justificar su veto, los partidos nacionalistas y Podemos mantienen al respecto una distancia y la última vez que el CIS se interesó por el asunto, en octubre de 2018, resultó que casi tres de cada cuatro españoles declararon que tenían poca o ninguna confianza en el dirigente socialista. La imagen de Pedro Sánchez ha mejorado algo. Aunque obtiene una puntuación que no llega al aprobado, supera a todos sus rivales y es el preferido para presidir el Gobierno. Le apoya el voto de izquierdas y busca el renuente e indeciso voto centrista.

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