La «Trencà del guió» es una peculiar ceremonia de nuestra Semana Santa muy difícil de interpretar y sobre la cual se conserva escasa documentación. Aunque desde mediados del siglo XVIII hay referencias a un guión negro portado por un noble, que abría la procesión del Viernes Santo, hasta 1864 no se menciona de manera explícita la «Trencà» del mismo. Figura en las «Noticias de Elche» del cronista ilicitano José María Ruiz de Lope y Pérez como un acto que se celebraba entonces en la plaza de la Merced, considerada la principal de la ciudad. Conforme iban llegando a esta plaza los diferentes pasos que componían la procesión se detenían de manera ordenada con sus luces y penitentes, junto a la muchedumbre congregada. Frente al último de los pasos, el de la Virgen de los Dolores o Mare de Déu de les Bombes, «se practican las ceremonias de rendir a Nuestra Señora de la Soledad los faroles, banderolas y, por último, el romper el guión del referido paso de los nobles».

Posteriormente, el ritual se trasladó a la Plaça i Baix, pero con idéntico desarrollo. Y concluida la «Trencà», la procesión se daba por acabada ya que cada cofradía regresaba al lugar donde guardaba sus imágenes sagradas el resto del año. De hecho, todavía en Elche, cuando varios conocidos que van juntos se dispersan por distintas calles, se aplica la frase hecha de «aquí es trenca el guió».

Dado que cada una de las cofradías era sostenida por un gremio diferente, podrían interpretarse las «cortesías» previas de inclinar los faroles y banderolas de cada paso ante la Virgen de los Dolores, patrona de los nobles locales, como algún tributo de vasallaje de las diferentes clases sociales ante la imagen propia de la nobleza de la ciudad. Y, finalmente, era un representante de ésta el encargado, en nombre de todos, de romper el mástil del guión negro tras realizar también una serie de reverencias y de tremolarlo con fuerza. Esta operación, que es la única que perdura actualmente, tampoco tiene un significado claro, pero quizás se trate del anuncio de la ruptura del luto causado por la muerte redentora de Cristo, representado por el color negro de la bandera. Un presagio de su futura resurrección, celebrada en la vigilia pascual del Sábado Santo, y que Elche traslada a las calles en la jubilosa procesión de las aleluyas.