Me han preguntado alguna vez qué sería de nosotros sin las listas. Seguramente no han caído en la cuenta de la importancia que tienen en nuestras vidas, pero estoy seguro de que las utilizan continuamente. Las más simples y frecuentes son las de la compra, donde anotamos concienzudamente las cosas que tenemos que adquirir, aunque cuando vamos a la tienda nos saltamos el listado porque tropezamos con artículos que nos llaman la atención o nos enamoran.

Listas tenemos muchas más de las que en principio pensamos. Participamos en grupos de whatsapp en los que quedamos atrapados y no sabemos cómo salir. Aparecemos en la lista de morosos y no entendemos cómo hemos llegado a ella. Nos gustaría pertenecer a la lista de famosos o de celebridades más influyentes del mundo, pero eso nos queda demasiado lejos. Los más cansados y desesperados se añaden a la lista Robinson, con la esperanza de que dejen de darle la murga las empresas para venderles algo en las horas más intempestivas.

Listas famosas hemos tenido a lo largo de la historia multitud de ellas. La lista de Schindler donde se salvaron muchas vidas de judíos en la Alemania nazi; el Plan Marshall que tenía la lista de países que serían ayudados para salir de la crisis en la Segunda Guerra Mundial y, en España, la lista que podía proporcionar alimentos básicos para poder comer; la lista de los sospechosos del asesinato del presidente Kennedy o la lista del escritor J onathan Swift en su juventud, que estaba encabezada por «no casarme con una mujer joven». Si quieren disfrutar de listas memorables pueden leer la última obra del escritor británico Shaun Usher, donde detalla más de ciento veinte.

No podemos olvidarnos de otras listas más prosaicas como la que escribimos todos los años a los Reyes Magos con la esperanza de que se cumpla en su totalidad o la de los buenos propósitos para el nuevo año, donde nos comprometemos a ser mejores personas en todos los aspectos. La lista de invitados a la boda es quizás una de las más emocionantes y complicadas, porque la unión de dos sagas familiares se puede convertir en un auténtico quebradero de cabeza.

En estas fechas señaladas, no podemos cerrar sin mencionar las listas electorales, donde se retratan todos los aspirantes a políticos activos. Son listados donde, con suerte, podemos reconocer a uno de los candidatos que nos han vendido por los medios de comunicación, pero no mucho más. Seguimos siendo esclavos de listas cerradas, donde solamente se postula el líder y los restantes se dejan llevar por la estela de la ola. Por cierto, no olviden hacer su lista de deseos.