Así se inicia el rock de un grupo llamado Burning, y que yo conocí años después gracias al sonsonete que se generalizó de esta canción.

A lo largo de estos días, me han hecho muchas veces esta pregunta. Y sí, soy Laura Soler, esa chica tan reconocible gracias a su silla de ruedas, que tengo la suerte de llevar como bandera.

Hace más de 20 años emprendí un camino sin retorno en mi vida luchando por los derechos de las personas con discapacidad; gracias a mi entrada en la Universidad de Alicante, lugar por aquellos años y en la actualidad completamente accesible donde los haya, descubrí lo que era la libertad con mayúsculas: poder desplazarme sin ningún tipo de obstáculos; y a partir de ahí, mi vida cambió para siempre. En ese periodo de representante estudiantil tuve la fortuna de participar en la organización del primer Congreso de Estudiantes con discapacidad en una universidad española para reivindicar nuestros derechos y cuyos compañeros de lucha de entonces conservo a día de hoy como grandes amigos. Este momento ha sido para mí uno de los mejores regalos de la vida. Quizás la experiencia más enriquecedora que he vivido fue un Erasmus en la ciudad francesa de Metz, al norte de Francia, donde no sólo pude disfrutar del país galo y del resto de Europa sino descubrir el verdadero valor que adquiere hacer realidad el día a día de manera autónoma. Cuando volví a Alicante, tuve la fortuna de incorporarme como independiente a la candidatura socialista en el Ayuntamiento de Alicante y, desde allí, conseguir que el consistorio fuera accesible para todas las personas, entre otras muchas cosas y a pesar de haber estado en la oposición. Fue curioso porque la presentación de la candidatura local de la que yo formaba parte, se realizó en el Paraninfo de la Universidad que era accesible desde hacía muchos años atrás, exactamente cuando fue la elección del rector Salvador Ordóñez, donde ejercí mi voto gracias a la plataforma que entre muchos logramos instalar para que todos pudiéramos votar en igualdad de condiciones. Por ello, si hablamos de puntales en mi vida, además de mis padres, fundamentales, no puedo olvidarme de mi fiel compañera de aventuras, mi silla de ruedas de motor, no eléctrica, que siempre me acompaña en cada proyecto que emprendo. Fue mi herramienta para mejorar el Campus de la UA, en el proyecto «Campus accesible campus igualitario». Pero como buena compañera de aventuras, a veces falla y eso fue lo que me ocurrió en mi viaje a la mítica Alejandría, donde se perdió la silla en el Cairo y me quedé sin ruedas momentáneamente hasta que solucionamos el entuerto. Sin embargo, llegó a tiempo para compartir conmigo una de las aventuras más divertidas que me han pasado pues me dieron limosna en la puerta de una mezquita? En esos momentos te das cuenta del avance de nuestro país.

Durante el último año y medio, la silla me ha acompañado en mi camino como docente en la Facultad de Educación donde he intentado que el alumnado se ponga en la perspectiva de la inclusión en cualquier ámbito, no sólo en el de la discapacidad. Y sigo, ahora desde la arena política e institucional, recordando la máxima que me enseñó mi admirado Ismael Serrano, «la única lucha que se pierde es la que se abandona».

En ello continúo y para eso estamos aquí. Gracias a Ximo Puig y al PSPV por contar conmigo y, sobre todo, por creer en una sociedad inclusiva y con igualdad de oportunidades para todas las personas.

Y gracias a mi silla, pues como diría Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al "rodar"».