Dadme un movimiento social y moveré el mundo, pudo articular el sabio. En su momento, en el siglo XIX, las inquietudes ciudadanas mancomunadas forjaron los partidos políticos. Sucedió en Inglaterra por primera vez y aquella novedad asociativa acabaría no solo por instaurarse, con mayor o menor penetración, en todo el planeta, sino que estas asociaciones se acabaron por convertir, y todavía persisten, en los ejes rectores de la convivencia, en generadores por igual de prosperidad que de conflictos armados, de progreso que de antagonismos irreparables.

Sin embargo, avanzado el XXI, la Sociedad Civil, la misma que en determinados momentos se percibe cautiva de esos partidos políticos para llevar a cabo las transformaciones que el progreso debería ir un paso más allá de la mera voz dispersa de los individuos que la conforman.

No se trata de erigirse en un poder paralelo, sino en un instrumento de ejecución complementario, exigente con sus representantes políticos, capaz de provocar la implementación programática de las promesas electorales que se proclaman con el mismo denuedo que se olvidan.

La Sociedad Civil, como movimiento sin ánimo de medrar activamente en política más allá de la exteriorización de sus ideas mancomunadas, tendría que cobrar relevancia en Elche y su comarca para demandar de esa clase política que reparta el trigo que predica, para preconizar que el bien común está en un plano superior al de los intereses partitocráticos, que las estrategias prelectorales y postelectorales no debieran sobreponerse a los proyectos que insuflen riqueza y estabilidad a nuestra demarcación geográfica.

Una Sociedad Civil organizada que debería demandar una redefinición que delimite lo urgente, lo necesario, lo superfluo, lo prescindible en materia de proyectos e inversiones. Un movimiento que anteponga lo social, lo desarrollista a lo político, lo que nos es propio a lo generalista, lo que nos vertebra como territorio a lo que viene impuesto por conveniencias de los órganos directores centralizados de los partidos.

Se propugna la creación de esta corriente de pensamiento y acción, nutrida necesariamente del colaboracionismo altruista de la ciudadanía, con el objeto de dar preeminencia a Elche y a su área de influencia, para que decisiones al respecto de lo que nos concierne, de lo que nos debiera fortalecer como nudo de progreso, se tomen en connivencia con las fuerzas sociales y políticas propias y no desde un centralismo, regional o nacional, ajeno a la realidad de nuestras necesidades, de nuestra idiosincrasia, de nuestra coyuntura, de nuestra percepción de futuro.

Este modelo de Sociedad Civil debería irrumpir en Elche con determinación, con el objetivo de coliderar nuestra evolución como ciudad, como singularidad territorial con vigor demográfico; para aspirar a ser, a protagonizar, a instigar, el cambio que queremos ver; desde un activismo sin caras, pero con manos, sin ambiciones personales, pero con metas colectivas.

Profundos de raíces, anchos de miras, largos de entusiasmo, altos de principios, hondos de horizontes.